La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Aprovecho para escribir  en el día de hoy (en realidad el 19 de enero) en que se celebra en los Estados Unidos el “Martin Luther King, Jr. Day” -instituido en 1983, en tiempos del Presidente REAGAN– y que aquí, en Berkeley, es un día festivo –no lectivo- al menos a los efectos universitarios. Por cierto, que ese gran hombre que fue Martin LUTHER KING, asesinado en marzo de 1968, se puede considerar como uno de los más importantes predecesores del movimiento de “justicia ambiental que vincula la protección del medio ambiente con la lucha contra la pobreza.

Desde que llegué a los Estados Unidos he procurado seguir todo lo que se cuece en este país en relación con la política ambiental y, desde luego, hay varios frentes abiertos y agudas controversias (“fracking”, lucha contra el cambio climático, etc.). Sin embargo, me ha venido llamando poderosamente la atención el asunto relativo al proyecto “Keystone XL Pipeline, que durante mas de seis años se ha convertido en la bandera de los grupos ecologistas aquí, que han logrado reunir  protestas multitudinarias frente a la misma «Casa Blanca».

El proyecto Keystone no es otra cosa que la construcción de un gigantesco oleoducto –de más de 2.000 kms- que vincularía la región canadiense de Alberta, donde se encuentra una de las reservas más importantes del mundo de arenas bituminosas, con uno de los principales centros de distribución petrolera estadounidense (Cushing, en el Estado de Oklahoma) y de allí para conectar con varias refinerías del Golfo de México. El oleoducto sería capaz de transportar a los Estados Unidos más de 830.000 barriles de crudo diarios, es decir, más de los que importa de Venezuela y un poco menos de los que importa de México).

En realidad se trata de un asunto que viene de lejos y que se inició en 2008 con la petición de la empresa canadiense TransCanadá –explotadora de las citas arenas bituminosas- al Gobierno de los Estados Unidos el permiso para su construcción. La competencia corresponde al Gobierno Federal, en concreto al Departamento de Estado, por tratarse de una infraestructura de alcance internacional y que afectaría a varios Estados norteamericanos (Montana, Dakota del Sur, Nebraska, Kansas, Oklahoma y Texas). Desde entonces, el Departamento de Estado ha dado largas al asunto pese a que varios informes técnicos del mismo Departamento avalaban la viabilidad del proyecto (uno de marzo de 2013 y otro más reciente de enero de 2015). El Presidente OBAMA se ha implicado directamente en el asunto y aunque nunca ha rechazado de plano el proyecto, ha comentado que es necesario recabar más informes del Gobierno Federal y de sus Agencias y que, solo en el caso de que se conforme que no resulta negativo para el medio ambiente se autorizaría.

En esta controversia que ha despertado un interesante debate en la opinión pública, los partidarios del proyecto alegan la importancia del Keystone XL Pipeline ya que supondría profundizar en la independencia energética de los Estados Unidos, no teniendo que depender de Fuentes extranjeras no muy confiables; la creación de más de 42.000 puestos de trabajo y la inversión inducida de 3.500 millones de dólares son otras razones económicas que vendrían a avalarlo; incluso el menor impacto ambiental de esta modalidad de transporte del crudo frente a otros sistemas (ferroviario, naval, etc.). De otra parte, los argumentos contrarios, esgrimidos por los opositores al proyecto, son fundamentalmente de naturaleza ambiental: mayor intensidad de gases de efecto invernadero del crudo procedente de Canadá, afectación a la capa freática de los lugares por donde pasa el oleoducto, …, y un largo etcétera de motivos que se basan en la necesidad de reorientar la política energética del futuro si no se quiere empeorar los efectos del cambio climático (con el ecologista Bill McKIBBEN –promotor del importante movimiento 350.org– a la cabeza).

Desde el punto de vista político, la construcción del famoso oleoducto se ha convertido en una prioridad para el Partido republicano que, tras las elecciones legislativas de noviembre pasado, controla la mayoría de la Cámara de Representantes y del Senado. De hecho, hace pocos días que el Congreso ha aprobado por amplia mayoría (266 votos a favor –incluidos 28 demócratas- y 153 en contra) la puesta en marcha del proyecto. Y ahora el proceso legislativo seguirá en el Senado, cuyo líder republicano (Mitch McCONNELL) ha afirmado que la construcción de Keystone constituye una de sus prioridades para 2015. Si el proyecto se aprueba en la Cámara de Representantes, todo parece indicar que el Presidente OBAMA estaría dispuesto, gracias a sus prerrogativas presidenciales, a vetar el proyecto y esperar a que se presenten las conclusiones definitivas que se han solicitado por el Departamento de Estado –de John KERRY– sobre el proceso de revisión de su impacto ambiental. Y, por supuesto que para el Gobierno de Canadá la aprobación del proyecto es una prioridad y así lo ha puesto de manifiesto en repetidas ocasiones su Primer Ministro, Stephen HARPER.

En fin, que como se puede comprobar el asunto del Keystone sigue una polémica candente, aunque no sé si clave (“keystone” significa, como es sabido, “clave” en castellano) en la política norteamericana del presente año 2015 –y de cara a las próximas elecciones presidenciales- como por ejemplo la vital cuestión de la inmigración. Lo cierto es que, en el pulso político del Gobierno OBAMA con el Partido Republicano puede estar pesando su nueva política sobre el cambio climático que tuvo como hito significativo el acuerdo con China para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque no me cabe ninguna duda, nos guste o no, de que el consumo energético de los Estados Unidos va a seguir requiriendo de combustibles fósiles, vengan cómo vengan y sea de donde sea (incluida la polémica del “fracking” a la que dedicaremos una futura aportación), pienso que por simples razones económicas el proyecto Keystone no es muy oportuno en el momento presente. La importante caída del precio de crudo de los últimos meses y la recuperación económica que está experimentado actualmente Norteamérica no lo hacen, a mi juicio, muy viable. Y esto, claro está, sin tener en cuenta las razones ambientales.