La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Fuente: Turismo de Vigo, Playa de Rodas, Islas Cíes

Mientras disfruto mis vacaciones de verano en la Ría de Vigo, entre las lecturas que han caído en mis manos he topado con un magnífico reportaje de Cristina SÁEZ, publicado el pasado 10 de agosto en el Magazine de La Vanguardia, titulado: “El expolio de la arena”. Una temática relacionada con las playas que viene muy a cuento en estos días en que la mayor parte de los veraneantes disfrutamos en estos plácidos y dorados arenales.

En el citado reportaje se recogen algunos llamativos datos como los siguientes: “tres de cada cuatro playas están desapareciendo, y en el año 2100 podría no quedar ni una en todo el Planeta”. La arena –especialmente la de las playas-  constituye un muy valioso recurso que se utiliza para usos tan variados como la fabricación de vidrio, de pasta de dientes y de pinturas, semiconductores, etc., pero de modo principal para la construcción con el hormigón armado. Se estima que el tráfico mundial de este material es de unos 18.000 millones de toneladas, lo cual no nos dice mucho salvo que lo comparemos con los 3.400 millones de toneladas de consumo anual de petróleo. Y, como puede imaginarse, tan preciosa materia prima se ha convertido en muchos lugares del mundo en objeto de “mafias que extorsionan, sobornan y matan para extraer hasta el último gramo de sílice, que luego venden de contrabando” como explica la autora del citado reportaje.

En el mismo artículo periodístico se menciona la existencia del documental titulado “Sand-Wars” (“Guerras de arena”), producido en 2013 por el periodista francés Denis DELESTRAC, en el que se muestran los resultados de los tres años que dedicó a investigar por todo el mundo esta realidad. Este documento gráfico  ha recibido ya varios premios en diferentes festivales de cine documental (su información fundamental puede encontrarse en la página web: http://www.sand-wars.com/ ) .

Con posterioridad a este trabajo de investigación se ha publicado por Programa Nacional de Medio Ambiente de Naciones Unidas (PNUMA), en marzo de 2014, el informe titulado: “Sand, rarer than one thinks” (“arena, más escasa de lo que pensamos”). En este interesante informe se afirma que “las arenas y gravas representan el más grande volumen de materias primas utilizadas por el ser humano después del agua” y su consumo excesivo –que va creciendo exponencialmente- está provocando importantes impactos ambientales en las zonas costeras y marinas. Al mismo tiempo, se pone de manifiesto la falta de conciencia pública de la verdadera magnitud del problema y la ausencia de una política global que promueva medidas internacionales eficaces para exigir medidas contra la sobre-explotación de dichos recursos.

Aquí no hay playa” es, como mucho saben (los de mi generación), el título de una canción de moda de mediados de los años 80, del grupo musical de “ska” de Madrid “The Refrescos”, referida a la ciudad de Madrid. Pero, ciertamente, en los últimos decenios se ha producido en España y en muchos países, episodios de desaparición de las playas (sobre todo las urbanas), bien por mal diseño de las infraestructuras portuarias y de defensa de la costa, bien por la construcción de presas y pantanos en las cuencas fluviales que han limitado el aporte de áridos a sus zonas litorales adyacentes, etc. También está cobrando fuerza en los últimos años los fenómenos naturales (indirectamente antrópicos) de la regresión costera por los efectos del cambio climático sobre las zonas costeras. Es, por ejemplo, el caso de la ciudad de A Coruña en la que resido, cuya conocida playa urbana de Riazor es preciso reponerla de arena de forma periódica, con gran coste para el erario público, por el efecto de los temporales y mareas vivas, cada vez más recurrentes.

Desde el punto de vista jurídico, la Ley 22/1988 de Costas se comprometió seriamente a la protección de las playas y de las dunas. Su Exposición de Motivos subraya que de los 7.880 kilómetros de costa del territorio español, el 24% corresponde a las playas que, como patrimonio público, supone más de 13.560 hectáreas. Dicha Ley establece una exigente régimen de protección de las playas y dunas (si bien peligrosamente flexibilizado en este punto, entre otros, por la reciente reforma operada por la -engañosamente llamada- Ley 2/2013 de protección y uso sostenible del litoral). Las playas son bienes de dominio público; la extracción de áridos está sometida a importantes limitaciones y a la evaluación de impacto ambiental; no cabe la existencia de playas de uso privado y los usos particulares permisibles han de someterse a previas autorizaciones o concesiones públicas, y siempre respetando su naturaleza y siendo preferentemente desmontables. La reforma de la Ley de Costas prevé, como novedad, los supuestos de regresión costera y las posibles obras de protección que pueden realizarse.

En España tenemos claro que la “gallina de los huevos de oro” es el turismo (tercer país con más turistas –más de 60 millones- sólo superado por Estados Unidos y Francia), el turismo de “sol y playa”, preferido por más del 80% de los turistas que visitan nuestro país. El valor de los usos turísticos de las playas en elevadísimo pero mucho más –y menos conocido- lo es su valor ecológico para la estabilidad y protección de la biodiversidad de los ecosistemas marítimo-terrestres.

Protejamos con esmero nuestro preciosísimo recurso de las playas, dunas y arenales con que la Naturaleza nos ha agraciado tan generosamente para poner de manifiesto -y denunciar cuando sea preciso- la gravedad de los efectos y las nefastas consecuencias del actual “expolio de la arena” que acontece en todo el mundo.