La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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En la familia iusambientalista estamos de luto. El pasado 22 de mayo fallecía en Alicante, a los ochenta y seis años, Ramón MARTÍN MATEO, Catedrático de Derecho Administrativo, pero sobre todo, para nosotros -y para muchos- el “padre del Derecho Ambiental español” y el maestro indiscutible de quienes nos venimos dedicando a esta disciplina jurídica.

Por encima de su imperecedera obra científica (decenas de monografías y centenares de artículos de revistas) y de sus muchos reconocimientos honoríficos (entre éstos varios Doctorados Honoris Causa en España y fuera de España), me queda muy vivo el recuerdo de su entrañable amistad y de su paternidad en mi especialización jurídico-ambiental. Lo conocí personalmente a comienzos de los años noventa con motivo de mi asistencia a un Seminario sobre Derecho Ambiental organizado en la Facultad de Derecho de la  Universidad de Alicante de la que Ramón fue su segundo Rector (cargo que ocupó desde 1986 a 1993). Desde el primer contacto que tuve con él me percaté enseguida de su excepcional y atractiva personalidad. Un verdadero universitario, abierto y generoso con todos los que acudimos en busca de su magisterio de los más diversos lugares del mundo y, en particular, del mundo iberoamericano.

Ramón MARTIN MATEO fue ante todo un pionero. En sus años de Catedrático de Derecho Administrativo en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Sarriko (Bilbao) y como Rector de la Universidad del País Vasco entre los años 1976 y 1978, desarrolló trabajos de investigación que marcarían el futuro de los trabajos científicos de Derecho Administrativo en España: me refiero en particular, al Derecho Ambiental, cuya obra titulada  “Derecho Ambiental” (publicada en 1977 por el Instituto de Estudios de la Administración Local) constituye una obra seminal. Pero lo mismo podría afirmarse del derecho administrativo económico y del derecho de la energía.

Este universal e inolvidable vallisoletano (nacido en el pueblito de Villabramiga, en Tierra de Campos) nos contagió a todos los que nos acogimos a su paternal amistad un verdadero entusiasmo en la defensa del medio ambiente desde el Derecho que, al mismo tiempo, es la defensa del hombre, “una especie en peligro” (título de su obra publicada en 1993). Un luchador incansable y valiente que cooperó con su trabajo universitario a la transición de nuestro país hacia las libertades y la democracia.

Le gustaba definirse como “ingeniero social bienhumorado” y verdaderamente fue un jurista preocupado por la mejora y el progreso de nuestra sociedad, superando cualquier formalismo jurídico. En sus obras hay una elevada  apertura de miras, en la dirección de lo que hoy denominamos “interdisciplinariedad”, que constituye una de las claves actuales del desarrollo científico de nuestro tiempo.

Ante la tristeza de su pérdida me refugio ahora en el recuerdo de su desbordante e ingenioso sentido del humor. ¿Quien no recuerda -de los que le conocimos- las amenas sobremesas que compartimos con él, narrándonos sus anécdotas acontecidos en los innumerables viajes que realizó a lo largo de su vida profesional, invitado por las más diversas instituciones y organizaciones? Me resulta delicioso releer su librito “Lecturas para el desayuno” (recopilación de sus artículos periodísticos en el “Diario La Verdad”) que me regaló en una de las ocasiones que nos vimos. O, como buena muestra de su ironía frente a la corrupción urbanística es inolvidable uno de sus últimos ensayos jurídicos, al inicio de la crisis económica (y del ladrillo), “La gallina de los huevos de cemento” (Civitas, 2007).

A Ramón MARTÍN MATEO, como Presidente de la Asociación de Derecho Ambiental Español (ADAME), como impulsor de los Congresos Nacionales de Derecho Ambiental –que concitaron la reunión de los centenares de juristas ambientales españoles y de otros muchos países-, como Director de la más prestigiosa Revista de Derecho Ambiental de nuestro país (Revista Aranzadi de Derecho Ambiental) y, sobre todo, como maestro y amigo, le debemos tanto que estoy seguro que su magisterio y recuerdo perdurará siempre en nuestros corazones y en los de las generaciones venideras de iusambientalistas.