La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Hoy cumplo con el presente comentario el número de 150 desde que inicié esta aventura bloguera hace más de tres años. Un número redondo pero no tan rotundo e impresionante como el que con que encabezo la primera parte de este comentario del ensayo que, con tal expresivo título, ha publicado el informático británico Stephen EMMOTT, Director de Ciencias Informáticas del Microsoft Research de Cambridge, Profesor de Ciencias Informáticas en la Universidad de Oxford y miembro del National Endowment for Science, Technology and the Arts (NESTA). La obra ha sido publicada en España por la Editorial Anagrama, en su “Colección Argumentos”.

Si usted anda estos días algo deprimido le recomiendo no leer este libro. Casi nunca desanimo a leer los libros que comento (todos aportan algún chispazo de verdad) pero, en esta ocasión, el ensayo de EMMOTT pienso que puede calificarse sin lugar a dudas, de “terror ecológico” que, no es sólo un sub-género de la ciencia ficción, sino que forma parte de buena parte (no toda) de la literatura ecologista. De esa pseudo-literatura -tan agudamente criticada en su momento por la recomendable obra “El Ecologista escéptico” de Bjorn LOMBORG– plagada de malos augurios, de verdades a medias, de fantasmagóricas profecías e incontrovertibles previsiones dramáticas.

Pero, en esta ocasión, no es la obra de un ecologista la que comento sino la de alguien que se presenta como un científico y que, como se deduce de su brillante currículum, es un experimentado investigador que trabaja en muy prestigiosos organismos. El título hace referencia –como podrían imaginar- a los 10.000 millones de habitantes que repoblarán la tierra, según el autor, hacia finales del presente siglo XXI (aunque en otro lugar afirma que podrían ser 28.000). Y ello pese a que Jorgen RANDERS, responsable del nuevo informe del Club de Roma (nada sospechoso), llega a la conclusión de que la población mundial llegará en 2040 a un máximo de 8.100 millones y, a partir, de aquí descenderá aceleradamente.

“Trata de nuestro fracaso –comienza este ensayo de no más de 15.000 palabras a lo largo de casi 200 páginas de un considerable despilfarro ecológico (quizá no achacable al autor)-, nuestro fracaso como individuos, el fracaso de nuestra economía y el fracaso de nuestros políticos”. Y desde las primeras páginas hasta la última de describen -y cuantifican- una reata de malas noticias para el medio ambiente, derivadas de nuestro geométrico crecimiento: pérdida de hábitats, contaminación, sobrepesca, reducción de los recursos hídricos disponibles, desaforada acumulación en la atmósfera de CO2, aumento de la temperatura global, calentamiento global de los mares, reducción de la tierras de cultivo y degradación de los suelos por productos químicos, extinción de especies, y un interminable etcétera. Pero lo peor de todo no es la descripción del pasado que EMMOTT va desgranado inmisericorde como el alto precio que hemos pagado por el desarrollo económico, algunos de cuyos datos podemos compartir.  No, lo más negativo de este ensayo es –a mi juicio- el desolador panorama con que describe el futuro que nos espera, de lo cual es un claro botón de muestra de este pesismismo existencial la anécdota que cierra el libro.

En esta asfixiante atmósfera acerca de nuestro condenado porvenir, el autor ofrece, sin mucho convencimiento, algunas soluciones –tecnológicas- en torno a cinco ideas: energía verde, energía nuclear, desalinización, geoingeniría y una nueva revolución verde. Pero, al final, concluye que es muy escéptico de que tales soluciones eviten la catástrofe a la que estamos abocados. En lo poco que estoy de acuerdo con este informático británico es que se tiene que producir un radical cambio en nuestro comportamiento y en nuestros hábitos de consumo. “… tenemos que consumir menos. –afirma- Mucho menos. Radicalmente menos. Y necesitamos conservar. Mucho más”.

Por si piensa que con esta dura crítica manifiesto un irresponsable optimismo negacionista de la cruda realidad de nuestro Planeta, le remito a algunas de las opiniones –más autorizadas que la mía- que ha generado la obra de EMMOTT en otros países como la de Chris GOODALL –que la califica como “poco científica” y “misantrópica”- o la de Eckard LÖHR –que la tilda de “algo radical”-.

En varias ocasiones he afirmado mi convencimiento que el problema del desarrollo socioeconómico y de la degradación del medio ambiente en el Planeta Tierra estriba, principalmente, en el reparto desigual y insolidario de la riqueza y de los medios tecnológicos que pueden solucionar muchos de nuestros acuciantes problemas ambientales. Y todavía, más profundamente, que la clave de su solución depende de nuestra respetuosa relación con el resto de los seres vivos y de nuestra responsable –y optimista- salvaguardia de la Naturaleza.