La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Tengo que reconocer que me atraen los ensayos sobre el futuro de la humanidad y que desde que cayó en mis manos El fin de trabajo: la decadencia dela fuerza laboral mundial y el comienzo de la era post-mercado (1995) he leido las obras de Jeremy RIFKIN (La economía del hidrógeno (2002), La civilización empática (2010), etc.) hasta la más reciente –La Tercera Revolución Industrial: cómo el poder lateral está transformando la energía, la economía y el mundo (2011, Paidós)- que ahora motiva este comentario.

Cada vez soy más escéptico con este tipo de cosmovisiones que, sobre la base de infinidad de sesudos estudios y un impresionante aparato bibliográfico, pretenden darnos las claves del futuro, lo cual resulta especialmente atractivo en estos momentos de crisis cuando no es fácil intuir las soluciones más apropiadas. No obstante, siempre se aprenden muchas cosas interesantes de quienes cómo RIFKIN está tan bien relacionado y ha ejercido asesoramiento tecnológico al más alto nivel de muchos gobiernos (incluido el del Presidente ZAPATERO) e instituciones de todo tipo.

Yo pensaba que la “tercera revolución industrial” había comenzado ya el siglo pasado con el impresionante desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación, con el fenómeno de la globalización, etc. Pero, según RIFKIN, estamos asistiendo a los estertores de la segunda Revolución Industrial caracterizada por el uso y abuso de los combustibles fósiles que están  poniendo en jaque la estabilidad de nuestro clima por el imparable incremento de los gases de efecto invernadero. La “tercera revolución industrial” –según este economista norteamericano, asesor político y activista, fundador y presidente de la Foundation on Economics Trends– se basa en cinco pilares: transición hacia las energías renovables, la transformación del parque de edificios en microcentrales electricas que recojan y aprovechen “in situ” dicho tipo de energías, despliegue de la tecnología del hidrógeno y de otros sistemas de almacenaje energético, el uso de la teconología de internet para convertir la red electrica en una “interred” de energía compartida y, por último, la transformación de la actual flota de transportes hacia vehículos de motor eléctrico con alimentación de red y/o con pilas de combustible. Esta revolución pendiente todavía –que iniciará la “etapa post-carbónica”- requerirá, entre otras cosas, una “conciencia bisférica” que reconcilie al ser humano con la naturaleza.

Es indudable que la apuesta por las energías renovables es una constante en todos los países como una de las fórmulas para abordar con eficacia la lucha contra el cambio climático. La Unión Europea se ha comprometido seriamente en esta dirección con su “estrategia energética 20-20-20”; también el Gobierno de Obama se propuso el fomento de dichas energías como una de claves de su política de recuperación económica; incluso los países emergentes (China, India, Brasil, etc.) están incrementando sus inversiones en estas fuentes de energía. Más incierto es el futuro inmediato de la energía del hidrógeno. No obstante, aunque estamos muy lejos del 100 por 100 renovable que defienden algunos grupos ecologistas, me parece interesante la intuición de Jeremy RIFKIN de que el futuro de la soluciones vendrán por la vía de la colaboración, de la producción descentralizada de energía (conversión de los edificios en microcentrales unidos por la red electrico-informacional). Frente a las soluciones centralizadas o según el modelo “top-down”, la estrategia del “bottom-up” (desde la base como suma de soluciones individuales) nos parece más factible.

Ayer en A Coruña, el destacado experto en economía ambiental, Xavier LABANDEIRA –Co-Director de Economics for Energy, uno de los pocos “think tank” ubicados en Galicia-, al tratar de las políticas energéticas y de la lucha contra el cambio climático, ponía de manifiesto que, ante la falta de un verdadero consenso mundial (de cara a la negociación de un futuro «Kioto 2»), una buena parte de las soluciones en esta materia van a venir de la mano de las políticas estatales y subestatales.