La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Aquí y en Sevilla (de donde acabo de llegar), con motivo del magnífico tiempo de sol y calor que está haciendo en toda España, el comentario se repite: “será cosa del cambio climático”.  ACOT, ALLEY, FAGAN, FLANNERY, LOMBORG, RUDDIMAN, WEARTH, fuera de España, y en España: ALCALDE, FONT, GARCÍA CODRÓN, OLCINA CANTOS, TOHARIA, URIARTE, VIÑAS…, son algunos de los muchos autores que, en los últimos años, han poblado el planeta editorial de estudios monográficos  que vienen aclarando o oscureciendo la nueva ciencia del clima. Unos –los menos- para negar (corriente “negacionista” se llama) que esté produciendo un verdadero calentamiento global; otros (la gran mayoría) para afirmar la determinante contribución humana (de las actividades antropogénicas) a dicho fenómeno; algunos que –sin discutir el cambio climático- ponen de manifiesto la influencia de otros factores externos (del mismo sol, de los rayos cósmicos, etc.).

He de reconocer que tan abundante producción bibliográfica me venía cansando ya, pese a que sus autores (o mejor, sus editoriales) han hecho todo lo posible por atraernos con sus llamativos títulos: “guerras climáticas”, ¿quemando el futuro?, ¿estamos cambiando el clima?, ¿el tiempo está loco?, etc. Sin embargo, al saber de la nueva publicación de José Luis COMELLAS: “Historia de los cambios climáticos (publicado por la Editorial RIALP. 2011), después de haber leído su delicioso ensayo “La Tierra, un planeta diferente”, no pude menos que solicitar a mi librero que me lo consiguiera lo antes posible.

Como brillante y erudito historiador, el emérito profesor de la Universidad de Sevilla hace un ameno recorrido por todas las eras geológicas, desde el lejano y remoto periodo Arcaico (la noche de los tiempos) hasta la vigente etapa en que vivimos: el Holoceno (perteneciente a su vez al “Cuaternario”), pasando el Paleozoico (o Primario), Mesozoico (o Secundario) y Cenozoico (o Terciario). Más de cuatro mil trescientos millones de años en los que se han sucedido –por los limitados datos que tenemos- los más diversos climas: la “Tierra caliente” de sus primeros balbuceos geológicos, la “Tierra blanca” cubierta de hielo, la época cálida en que habitaron los dinosaurios en el único continente (la Pangea), la bajada drástica de las temperaturas tras el desastre cósmico –hace 65 millones de años- en que estuvo a punto de desparecer la vida, la alternancia de fríos y calores a lo largo del Terciario, las famosas glaciaciones del Cuaternario que tuvieron que sufrir los primeros seres humanos, etc. Y, ya en nuestra era cristiana, se describe con detalle los conocidos fenómenos climáticos: el “óptimo climático romano”, el “largo verano” en torno al primer milenio, la “pequeña Edad del Hielo” en el siglo XV… hasta llegar a nuestro siglo XXI.

El clima de la Tierra ha estado oscilando siempre, sin cesar, en un sentido o en otro, y en ocasiones de forma más violenta que la que presenciamos en estos momentos”, es la conclusión que el autor nos revela como la enseñanza principal que se puede aprender de este libro.

Por lo que se refiere al momento actual, desde mediados del siglo XIX (con la primera revolución industrial) la temperatura del aire que nos rodea ha subido por término medio cosa de un grado, apuntilla el mismo autor. Pero subsisten muchas incertidumbres acerca del futuro, de los verdaderos efectos del evidente cambio climático, de la intervención de otros factores externos, etc. Me gusta la ecuanimidad de este viejo profesor andaluz que maneja –y explica- los fenómenos  científicos y técnicos de la climatología con enorme claridad. Me inspira confianza esta exposición histórica que aparece despejada de visiones catastróficas, interesadas formulaciones y radicales planteamientos. Y, como siempre, me encanta el optimismo que anima esta obra: si el clima de la Tierra llega hasta extremos difíciles de soportar, concluye el autor: “debemos confiar en la capacidad del ser humano para conocer el mecanismo y buscar su solución. Sí, es cierto que somos más vulnerables que nunca, pero también lo es que disponemos de más medios que nunca”.