La Voz de Galicia
Curiosidades y anécdotas de viajes.
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INCREÍBLE JAPÓN, parte 2.
Por Fran Raposo
Delegado comercial de
Europamundo Vacaciones

Continuando con las “cosas” que nos pueden sorprender en Japón. Seguimos, creo que habrá para varias entradas.

El silencio.
Yo esperaba que, Tokio con sus treinta y seis millones de habitantes, sería una ciudad ruidosa. Pues no. Ya os hablé en la entrada anterior del tráfico, que a mi entender es muy poco. Es difícil escuchar un bocinazo. En los casi once días de mi primer viaje, creo que solo escuché una bocina de un taxi, en el bosque de bambú de Arashiyama, en un camino estrecho para pedir paso, supongo que llevaba a una persona con dificultades para caminar.
La gente por las calles no habla con otras personas o si lo hace, hablan tan bajito que no lo escucharás. En el metro van todos en silencio, durmiendo o bien ensimismados en el móvil. Solo se nos escucha a los turistas. En el tren, lo mismo, silencio sepulcral. Si compartes vagón con alguna familia con niños, ni te darás cuenta. Recuerdo que, en el primer viaje que hice venía en el grupo un pasajero “especialito”. Hablaba por los codos a buen volumen y tenía la manía de, al terminar una lata de lo que se bebía, la aplastaba con su pie contra el suelo. Pues en el trayecto que hicimos en el shinkasen, el famoso tren bala, entre Hiroshima y Tokio, lo hizo. Yo en concreto iba durmiendo y me llevé un sobresalto. Pues una pasajera japonesa que viajaba en nuestro mismo vagón, no sé cuándo porque ni lo vimos, habló con el revisor. Nuestra guía recibió las quejas de este y tuvo que leerle la cartilla a nuestro compañero. En el siguiente viaje, a los viajeros que venían conmigo, entre otras muchas explicaciones les comentaba que, en los medios de transporte se puede hablar, pero con el mismo respeto que tendrías en una iglesia. Solo al que hablas debe escuchar tus palabras. Lo que pase de ahí es considerado como una falta de respeto a los demás.

Una cosa que sí me llamó la atención porque se les oía de lejos, fue el ver una manifestación de policías megáfonos en mano, a saber qué revindicaban.

La reverencia.
En ningún país de los que he visitado he recibido tantas reverencias. Es increíble. Si te diriges a un policía para cualquier cosa al terminar, reverencia. Después de pedir la comanda a un camarero, antes de retirarse, reverencia. Si preguntas algo en la ventanilla del metro, reverencia. En el tren bala, el revisor que te iba pidiendo los billetes, al llegar al final del vagón se daba la vuelta y le hacía una reverencia a todo el pasaje. Los empleados de los hoteles ya fuesen los de la entrada, como las camareras de habitación, como los de las cafeterías o restaurantes, parecían tener un muelle en la espalda. Incluso lo comentábamos entre los compañeros de viaje, “estos deben terminar el día con la espalda machacada”.

Cruzar la calle y los semáforos.
Todos habréis visto alguna vez la famosa imagen del cruce de Shibuya en el que, cada vez que el semáforo se pone en verde lo cruzan más de cuatro mil personas Pues a pesar de ser un cruce que además es en diagonal, es decir la gente sale desde cuatro sitios a la vez y en el medio todos se encuentran, solo los occidentales tenemos problemas, ellos parece que ni se tocan. Otro tema es el de la llegada a un semáforo para cruzar. Aquí en occidente es habitual que cuando te acercas, aunque haya más personas delante vayas coleando y te coloques en primera fila. Pues allí no, el que llega se queda en su sitio y permanece ahí hasta que el semáforo se abre para los peatones.
Por supuesto, ni un solo coche se pasa el semáforo en rojo, casi estoy por decir que cuando se va a poner en rojo ya se paran. Otro tema es el de los peatones. Por muy pequeña que sea la calle y aunque no pase ni un solo coche, absolutamente nadie cruza el semáforo en rojo, esperan pacientemente a que se ponga en verde. Una vez más solo los turistas lo hacemos, hasta que ya te da vergüenza y tomas nota.

Coche expuesto en el Museo Toyota de a historia del automóvil.

Conducen por la izquierda.

En Japón, antes de la segunda Guerra Mundial se conducía por la izquierda. A pesar de que nunca fueron una colonia inglesa, si fue una empresa inglesa la que hizo el proyecto para instalar los primeros trenes en Japón y estos circulaban por la izquierda. Igual que, por ejemplo en Madrid con el metro. A partir de ahí, cuando empezó a haber coches estos también lo hacían al estilo inglés.

Cuando al final perdieron la guerra parte Japón estuvo unos años bajo el dominio americano y estos cambiaron el sentido de circulación a la derecha. Cuando se marcharon, según me comentó mi guía, el gobierno japonés volvió a establecer la circulación a la izquierda. Hay muchas teorías de porqué se hizo esto. La que a mí me han contado es que ya en esa época la industria automovilística japonesa tenía gran importancia para el país y si continuaban circulando por la derecha las grandes fábricas americanas que producían miles de coches, harían mucho daño. Por esto se cambió el sentido de la circulación, pensaban que a las empresas automovilísticas americanas no les interesaría cambiar para un solo país la forma de fabricar sus vehículos. No sé si esto es cierto, pero la realidad es que hoy en día Toyota, la fábrica de la familia japonesa «Toyoda», es una de las más importantes del mundo, si no la primera.

La limpieza en las calles.
En Japón es muy difícil encontrarte algo tirado en el suelo. Ni un papel, ni una colilla, ni un envase de nada. Los suelos y las aceras están siempre limpias. Solo en uno de los barrios de Tokio recuerdo haber visto una zona más parecida a lo nuestro y esto era por la afluencia de turistas.
¿Cómo puede ser esto si en Japón no suele haber papeleras? Pues el concepto sobre este tema es el siguiente. Si tú compras una botella de agua, un pastelito con un papel, un trozo de algo con un cartón o cualquier cosa que suponga algún desperdicio, debes guardártela y llevártela para casa o en su lugar por ejemplo, al terminar el agua tendrás que comprar otra botella y allí dejarás la anterior. Así de simple. Todo esto ayudado por la gran educación de los japoneses a los que no hace falta multar, le dices algo y lo cumplen a rajatabla y sin rechistar. No podía ser de otra manera, por ejemplo en Tokio con sus casi treinta y seis millones de habitantes, casi la población de España en una sola ciudad, si no fuesen tan cuidadosos con este tema sería insufrible. Aquí a pesar de tener papeleras, si ésta está llena, lo normal que no lo adecuado, es que la gente lo deje todo alrededor de la papelera…
Hasta recuerdo un día en uno de los paseos ver a un anciano recoger una colilla que un inaprensivo había tirado al suelo, metérsela en un bolsillo y llevársela para casa. Increíble.

Hablando de ancianos, fijaros en esta señora en un jardín de un templo. Se dedica toda una jornada a arrancar con la mano una a una todas las hiervas malas que encuentra. Me comentan que es muy habitual y lo hacen para relajarse y pensar en sus cosas.
Continuará…

Por Fran Kitsune
Delegado comercial de
Europamundo vacaciones

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