La Voz de Galicia
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Cuando John Wayne en El hombre tranquilo fundaba vida en un pequeño pueblecito irlandés, mandó que le trajeran sus pertenencias en un carromato, a modo de camión de mudanzas. En el pescante se sentaba el pintoresco Michaleen Flynn, que además ejercía de delirante alcahuete y muñidor de intrigas, cuando lograba separarse del grifo de cerveza negra al que se amorraba amorosamente en la taberna. En la caja del carromato viajaba una enorme cama, lo bastante grande para estibar la talla de su propietario. Maureen O´Hara, melena flamígera al viento, no podía evitar sonrojarse ante el imponente cabecero, de madera maciza, que anunciaba el fértil escenario del débito conyugal. En su cara estaba contenida una de esas sugerentes elipsis que el cine clásico lograba sin la explicita fanfarria exhibicionista del cine de ahora. En el cine de ahora, hasta los técnicos de sonido podrían lograr un Oscar por la elocuente sinceridad de los crujidos del somier, que se producen cuando el mencionado débito es, efectivamente, lo bastante sincero.
Un vendedor ambulante utiliza un ciclomotor para dispensar su mercancía. Transporta cabeceros para fundar vidas. No sé si la expresión fundar vida es del todo correcta. También he oído gobernar vida. Nunca olvidaré la leyenda que rezaba en una camiseta que llevaba un chaval en una de nuestras gloriosas cumbres gastronómicas, defendiendo el vino frente a otras debilidades estupefacientes: “home que bebe viño, joberna vida”. El cabecero de una cama de matrimonio sirve para ambas cosas, para fundar y para gobernar vida. Ambas expresiones albergan el optimismo de una promesa fundacional. El vendedor ambulante que transporta camas, transporta también esa legítima ilusión. La foto está tomada en una deprimida región de Indonesia donde fundar vida no debe ser nada fácil. No creo que dispongan de unos grandes almacenes nórdicos (último aunque banalizado rescoldo de aquel sueño que fue la Bauhaus) donde, si logras superar el excluyente test de las instrucciones de montaje, puedes levantar tu propia escenografía del bienestar en un par de tardes. Las camas desbordan la montura del vendedor construyendo un ineficaz carenado. Las leyes de la aerodinámica serían un obstáculo en un túnel de viento. Pero en una cama de matrimonio la carga aerodinámica es una variable irrelevante. Manda la carga erótica