La Voz de Galicia
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Siempre que pienso en uniformes, pienso en Village People. Una blandita formación musical cuyos miembros se disfrazaban de vaquero, motero, soldado, indio, policía y obrero. Era a finales de los setenta en plena explosión disco. En las pistas, bajo la gran bola de espejos, crecían flores raras. Había un fuerte componente sexual en el grupo. Ellos lo querían así.
   Los federativos del baloncesto quieren ceñirles a las jugadoras sus propias  fantasías. Quieren vestirlas con bodis ajustados.  Quieren disfrutar de lencería deportiva. Estoy mucho más cerca de Alfredo Landa que de Jeremy Irons, por eso entiendo todas las flaquezas de la carne. Pero la lujuria no debería legislar.
   Al equipo de fútbol femenino iraní no se le permite jugar porque cubren sus cabezas con pañuelos. Imaginemos un enfrentamiento Irán-España. Las nuestras turgentes. Las iraníes amantadas. Un complicado Babel moral. Imaginemos que la alianza de civilizaciones, el proyecto pueril y bienintencionado de Zapatero, se hubiera consolidado. Tendría su propia selección de baloncesto femenino para jugar, por ejemplo, un amistoso contra Marte. Su foto se parecería mucho a Village People.
   Andrej Pejic, el modelo ambidiestro, se une a esta ensalada, difícil de aliñar, de ropa y género. Es un hombre. Pero su hermosa y delicada constitución le permite desfilar como hombre o como mujer. Ana botella ya nunca entenderá la caprichosa disposición de las piezas de su frutero. Los diseñadores prefieren mujeres andróginas para vender sus ideas en la pasarela. La mujer más andrógina es un hombre. Pejic ha resuelto el teorema.
   La moral tradicional no era el ritmo favorito de Village People. Salían a sembrar confusión. Algunos bailaban enardecidos por el orgullo de su bandera multicolor. Otros por la propuesta carnavalesca, ignorando la exuberante riqueza del ambiente.
   Las jugadoras solo quieren jugar y que de sus taquillas cuelgue algo razonable. La grada asiste atónita a la torpe arbitrariedad de los reglamentos, escritos al dictado de la bragueta o del Corán.
   Pejic, cuando trabaja, simplemente se considera a sí mismo una percha asexuada. La ambigüedad que tanto molesta a algunos ni siquiera es relevante para él. Bowie ya vendió eficazmente ese producto hace más de treinta años. Puede que ni siquiera haya pensado en ello. Para pensar en ello sobran polemistas