La Voz de Galicia
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Los políticos se arremangan principalmente para salir en la foto. No hay nada que no sean capaces de hacer para que la pálida luz de un flash bañe su acartonado semblante. En campaña electoral bailan al son del obturador. Obama y Cameron se disponen a disputar una partida de pimpon con estudiantes. Al día siguiente se arremangarán otra vez para servir hamburguesas a la tropa. Sus mangas suben y bajan siguiendo la alegre coreografía que dicta el dicharachero dibujo de sus jefes de comunicación. Por lo visto un político en mangas de camisa debe ser algo muy cercano. Aunque también un prestidigitador se arremanga para mostrar que no esconde nada bajo su manga.
Ahora sabemos que Obama tiene ascendencia irlandesa. El otro día lo rubricó bebiendo Guinness en el pueblo irlandés de sus antepasados. Su árbol genealógico es como un colage diseñado, merced a una carambola cósmica, para contentar a cuantas más minorías mejor. Por eso, por su sangre irlandesa, en la foto parece que Cameron y él están saliendo del pub para dirimir sus diferencias a puñetazos. En la estación, el tren de Innisfree sufrirá de nuevo retraso porque sus ocupantes saldrán de los vagones al grito de “pelea, pelea” Sería estupendo que los líderes mundiales limaran asperezas a mamporros y la única carrera armamentística fuera la que separa la barra del bar del patio de atrás, improvisado ring para el desgarbado pugilato de los campeones de la contienda. Además, ahora que la llama eterna de la democracia se alimenta de un camping gas, los lideres del G-8 podrían tomar ejemplo. En lugar de hospedarse en suites de 3000 euros, que eso da mal fario, podrían ocupar las plazas. No es difícil imaginarse a Angela Merkel, sentada en el empedrado, con un pastor alemán en el regazo abrazado a una guitarra. No puede costar tanto traducir al alemán el repertorio de María Ostiz. Un poco más allá Sarkozy y Bruni descalzos, chapoteando en una fuente, viviendo su atolondrada adolescencia tardía. Algo se podría hacer con el almíbar sobrante. Con Berlusconi lo tenemos más difícil. Al reto de mantener su testosterona en unos niveles civilizados, se une el hecho de que seguramente privatizaría las pancartas para convertirlas en espacios publicitarios, controlando su monopolio. Pero lo que es seguro es que Obama encontraría un buen motivo para arremangarse. Es un cazador de portadas.