La Voz de Galicia
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Hay palabras que son un reto para un buen traductor. Lentura, del gallego, es una de ellas. Lo que dice el diccionario, humedad en el suelo, es claramente insuficiente. Lentura es el estímulo que necesita el humus para que la tierra dé su fruto. Lentura es la forma tozuda e inexorable que tiene un carballo de crecer. Lentura es el trabajo de Manolo Paz depositándose por decantación, sin que nos demos cuenta, en nuestra retina.No obstante, en esta muestra no esperen citarse con el Manolo Paz más telúrico. Ese artista capaz de situarte en el centro de un crómlech en la Bretaña o al pie de un valado en Os Ancares. Que habla del territorio y de las fuerzas que lo imantan. Son trabajos más deudores de la intimidad del taller y miran sin disimulo hacia esa otra forma de construir, mitad geométrica, mitad óptica. Los clásicos temas sobre el vacío y las oquedades, los volúmenes desalojados, los equívocos espaciales. Todo ello tocado por la tensa ternura del artista. La obra de pared Catro Estacións, de madera policromada y estructura modular, es como un mural de Sol Levitt. El color es certero y sirve a la intención poética del enunciado. En el centro de la sala hay dos piezas de metal, donde el agua se remansa. Profundas como un abismo negro de Anish Kapoor, animan a la reflexión y en el reflejo opaco hay un denso silencio que no tiene por qué ser zen. Aquí también pensamos.

Texto publicado en Culturas sobre la exposición «Catro estacións» en el Centro Cultural da Deputación de Ourense.