La Voz de Galicia
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Me fascina el momento preciso en el que nacen las ideas. Esa electrizante ráfaga de lucidez necesaria para que una persona imagine, por ejemplo, la Harley Cadaleito. Una idea no más alocada que la que tuvo el inventor del curling, un deporte que consiste en hacer resbalar por un suelo helado una especie de olla expréss, mientras dos fibrosos deportistas con ajustados maillots de colores barren su estela con dos escobas marca Nike. El caso es que una vez creado el prototipo ocurrió lo inevitable: había que ponerla a competir. Ahí entra en acción el reverendo Ray Biddiss, que ostenta el nuevo record Guiness de moto fúnebre más veloz. No sabemos de qué confesión es porque en el Reino Unido, después de tanto cisma, los religiosos son casi tan laxos como los que ofician ceremonias en Las Vegas vestidos para cantar Love me tender. El ceñido cuero y el alzacuellos se funden en una estremecedora síntesis que no le convierte en un malote, pero casi. No es un motero al uso ni un ángel del infierno, más bien transita  por las carreteras secundarias e inescrutables del limbo. Pero hay muchas incógnitas. No sabemos si lleva copiloto, dentro en el féretro. De llevarlo no sabemos si está vivo o no somos nadie…No sabemos si hay otras modalidades, con un handicap distinto, que incluyen un sidecar lleno de plañideras. Está todo por hacer en el mundo de la velocidad funeraria. El reverendo se entrega a una plegaria. Antes solía quemar incienso en las celebraciones. Hoy quemará goma.