La Voz de Galicia
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Hay mujeres  que niegan (otras muchas veces se les niega) el retrato. Podría parecer que son ajenas a la coquetería y que la cosmética para ellas es como una desconocida y arcana ciencia alquímica. Pero me imagino que, en esta economía de medios, una cierta sensualidad minimalista se abrirá paso. Tapiando sus miradas convierten en un acertijo todo lo que dicen sus ojos. Muchas cosas, eso sí, deben ocurrir intramuros. Cuando el velo es una decisión personal, entonces solo se trata de una mujer que toma decisiones. Y una mujer que toma decisiones siempre resulta atractiva. Cuando no lo es, el retrato es una pieza tan potente que su ausencia siempre es turbadora. Si Dorian Grey hubiera estado sometido a esta disciplina no sería eternamente joven, sería eternamente invisible. Leonardo no nos habría regalado el rictus más inquietante, la sonrisa más tibia, el trazo más ambiguo. La Gioconda aún es un misterio sin resolver.
Durante una protesta en Yemen, en pleno polvorín islámico, una mujer ofrece, con serenidad, su retrato. Uno no puede dejar de pensar que su rotunda individualidad se impone al borrón que forman todas las demás. A lo mejor una mentalidad occidental solo ve renuncia donde hay profundidad. Khaled Abdullah, de Reuters,  vio una gran foto.