La Voz de Galicia
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Está confirmado: al gobierno no le gustan los chicos malos. Ya sé que es por nuestro bien pero, a los que somos un poco iconoclastas (y yo debo serlo bastante porque el otro día me quedé viendo hasta las tantas “Pat Garret & Billy the Kid” gracias a que Bob Dylan no dice su única frase hasta después de una hora de metraje) nos está costando un poco. Cuando conducimos por las carreteras de Castilla, que son nuestra ruta 66, nos parece que vamos en compañía de Peter Fonda y Dennis Hopper. Cuando nos da el aire en la cara nos sentimos libres e indestructibles y si en la radio suena el “Born to run” de Springsteen, instintivamente quemamos más gasolina. De niños todos queríamos ser Han solo y pilotar “El halcón milenario”, la nave más rápida de la galaxia. No he conocido a ningún chaval que quisiera capitanear la nave que menos consume de la galaxia. Ya sé que es por nuestro bien y que ahora a 110 seremos energéticamente más eficientes. Pero esto nos hace igual de atractivos que Sor Citröen. Y tampoco he conocido a nadie que tenga un póster de Gracita Morales en la oscuridad de su habitación. 
A los bares les han hurtado atmósfera. Tu chica ya no aparece entre la bruma. Fumarse un habano, cuya delicada combustión puede durar más de una hora, es como planear una fuga. Hay que tener conocimientos de agrimensor para equidistar de los lugares prohibidos. Ahora hay algo de deliciosa clandestinidad en la ceremonia de quemar hojas de tabaco. Ya sé que es por nuestro bien, que nuestra ropa no huele a humo y el aire es limpio pero a mí, cuando salgo de noche, me gusta el peligro. Ahora, cuando visito la barra, respiro el mismo aire que en un herbolario. Es una suposición porque nunca he entrado en ninguno.
La foto de Óscar Vázquez  (además de parecer un cuadro de Jasper Johns que camina solo) ilustra con brillantez la medida del gobierno, empeñado en contrarrestar los penosos augurios con medidas impopulares. A lo mejor también es por nuestro bien.