La Voz de Galicia
Seleccionar página

_qui0622.jpg

Hay un famoso fármaco que promete acabar con eso del sufrir en silencio. Hay un restaurante en A Coruña que ofrece placer en silencio: tiene un pequeño mural de Lugrís en el baño de señoras.
Mi sastre me habla con frecuencia de sus amigos artistas de la bohemia coruñesa. Urbano Lugrís, Curro Labra, el pintor José Luis y otros muchos. Casi todos ellos trasladaban en algún momento el atelier a la taberna. Cambiaban el oil on canvas por una servilleta y un boli bic. Gran parte de esas servilletas han acabado acotadas por lujosos marcos. Habría que mondar todo el linóleo de nuestras tabernas para recuperar un auténtico patrimonio oculto. Y es que mucha pintura se ha vendido a la baja entre ronda y ronda: un pintor no es un buen broker de sí mismo cuando bebe más de la cuenta.
César Quián fotografía al hijo de Lugrís, el también pintor Lugrís Vadillo, delante del mural. Como él no es protagonista lo retrata de perfil y no usa flash para que la luz ambiente centre la atención en la pintura. Una foto sencilla pero eficaz.