La Voz de Galicia
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El gran folksinger Woody Guthrie decía que su guitarra era un arma para acabar con fascistas. Obviamente era muy optimista. Una cámara de fotos despierta esperanzas similares. Por eso muchos fotógrafos se juegan la vida en países que no existían como tales cuando estudiábamos geografía en nuestros mapas políticos de octavo de EGB.
Ahora bien, hay una diferencia muy clara entre esos fotógrafos que se van quince días a un país africano para canjear a la vuelta un poco de exotismo por algo de notoriedad y, con suerte, algún premio local y esos otros que se van a vivir allí adquiriendo un compromiso más íntimo con estos países y con su gente.
José Cendón es, según parece, de estos últimos. Los últimos cuatro años ha vivido más en África que en Galicia. No ha ido allí a hacer acopio de unas cuantas postales horribles para venderlas en el primer mundo. Está donde quiere estar. Sabía que esto podía ocurrirle. Asume el riesgo que supone ser periodista en un lugar en el que la vida de un occidental vale el precio de su rescate y la vida de una persona del lugar no vale absolutamente nada.
Los fotógrafos a veces sentimos una falsa sensación de seguridad cuando estamos detrás de una cámara, pero lo cierto es que somos un blanco móvil. A los mejores fotógrafos además les gusta estar cerca, estar dentro. Siempre metidos en el follón. Un fotógrafo no hace su trabajo si no vuelve a casa oliendo a gasolina súper cuando un barco vierte fuel, oliendo a churrasco cuando arde el monte o con el agua hasta la ingle y la humedad en los huesos cuando hay inundaciones. La diferencia es que en un país en guerra puedes volver en una caja.
A diario las agencias colapsan con imágenes sangrantes los servidores de los periódicos. Se han convertido en un pan nuestro de cada día que aunque duro y amargo digerimos sin dificultad. Nuestra principal preocupación es si la foto aguantara a cuatro columnas o, si tenemos el día tonto, suscitará un poco de debate ético sobre la conveniencia o no de publicar imágenes tan fuertes. La principal preocupación de ellos es que no les roben el equipo, que no les engañen los traductores, que alguien armado garantice su seguridad. Luego además hay que hacer buenas fotos. Como las que le valieron a Cendón su World Press Photo. Unos ojos y unas esposas. Toda una historia contada en dos gruesos trazos.