La Voz de Galicia
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A los que les gusta eso del dogma,  los mismos que prefieren que no haya ninguna interacción entre el fotógrafo y lo fotografiado, no les gustará esta foto. El portador de la cámara debería ir camuflado, con flores en el casco, para que todo lo que entre por el objetivo sea puro y no esté contaminado. Mucha gente cuando una cámara merodea, deja de ser natural. Otros  además se preocupan de llenar el encuadre como una prima donna.
La foto que nos ocupa recoge el retorno a las clases en un instituto. Dos amigas se reencuentran después del verano. Se contarán sus aventuras, hablarán de novios y de cosas de adolescentes, apretando deliciosamente contra sí sus carpetas, moteadas con las pegatinas de sus ídolos. Pero la chica de la izquierda tiene tiempo además para dedicar una polisémica mirada a la cámara de Kopa. Mientra se entrega al abrazo sabe que se está fraguando una foto. No quiere dejar pasar la oportunidad de participar activamente en esta ceremonia sin armar una mirada arrebatadora. Lo consigue con nota y toda esa intensidad llena la foto. La hace rebosar.