La primera lección de fotografía que recibí fue cosa del ilustre Fran Torrecilla, que además de ser un maestro en la foto también lo es en la pintura (por cierto que estos días estará contento porque se avecina una gran exposición de Francis Bacon) Me dijo que cuando hiciera fotos de niños me agachara y pusiera la cámara a la altura de sus ojos. Parece una obviedad pero la perspectiva cambia. En realidad es la foto que haría un niño. Hoy hay fotos muy buenas del comienzo del curso escolar en todos los cuadernillos de La Voz. Pero la de Ramón Leiro me parece lo mejor. Hizo la genuflexión que recomienda Torrecilla para capturar la mirada de la niña. Gesto circunspecto y una sospecha de que algo no va bien. Todo antes de entrar en el cole para cambiar inocencia por conocimiento. No sé si será un buen trato.
Más de uno, entre los que me incluyo, van sintiendo con más energía cada vez esa sospecha que menciona Mejuto. Máxime cuando creo que la segunda parte del binomio, en la práctica, no es conocimiento, sino otra cosa.
Desde pequeño he vivido todos los comienzos de curso de mi vida con una punzante sensación de fracaso. La niña de la foto lo sabe.