La Voz de Galicia
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La Romería Vikinga de Catoira debe ser una fiesta muy divertida. No lo pongo en duda. Como fotógrafo que estuvo al frente de la edición concernida por el evento durante catorce años, os diré como yo la veo. A eso de las doce pongo rumbo a Catoira. Atasco. Una turba se dirige hacia la zona del desembarco. Cuando llego me encuentro con un montón de colegas de profesión. Una hora de espera. Algunos charlan sobre fotografía. Toda una juerga. El desembarco se produce cerca de las dos. Los vecinos disfrazados saltan atropelladamente de la maqueta a tamaño real del Drakkar. Tropiezos y griterío, vino barato. Una nube de vecinos disfrazados y una nube de fotógrafos hastiados, siempre los mismos, se persigue durante veinte minutos. El público, aunque no interviene, flipa. Cada año. Los fotógrafos y los vecinos disfrazados envejecen juntos año tras año. Algunos se enseñan las fotos de sus hijos, recién nacidos, que portan en las carteras. La misma turba abandona el lugar. Atasco. Fiesta de Interés Nacional.

Por cierto este año las fotos son de Mónica Irago. Esta del barro me parece algo nuevo. Menos mal.