Cada dos por tres, un coro de ayes lastimeros llega a los oídos de los españoles desde Ceuta y Melilla. Es un concierto sin concertinos, pero con concertinas. Esta no es el femenino de concertino, el primer violín de la orquesta, el que ejecuta los solos. Las concertinas del espectáculo melillense o ceutí son un tipo de alambre dentado, de acero galvanizado o inoxidable. Deben su nombre a que se fabrican en rollos que se pueden expandir como una concertina, un instrumento musical.
En el origen de concertina y de sus parientes concierto, concertador, concertación, concertante, concertista… está el latín concertare, derivado de certare, ‘luchar’. Inicialmente, concertare significó ‘combatir, contender’, pero después se empleó con el sentido de ‘discutir’. Del debate hubo una lógica transición al acuerdo. Y cuando varios músicos tocaban acordadamente para que sus instrumentos no chocasen entre sí, daban un concierto. En italiano, de concerto surgió el diminutivo concertino, que era un pequeño concierto, luego un pequeño grupo de instrumentos que concertaba o dialogaba con el grueso de la orquesta y finalmente el solista de violín que asume ese papel. Concertino es un sustantivo masculino, y así debe emplearse aunque se trate de una mujer.
A mediados del siglo XIX, el británico Charles Wheatstone inventó un instrumento parecido al acordeón. Tras varias modificaciones, lo patentó y lo llamó concertina, nombre que comparten varios idiomas, como el español, el inglés, el francés, el italiano y el alemán, este con la forma Konzertina. Es un instrumento musical con depósito de aire y desprovisto de tubos. Se distingue exteriormente del acordeón por su forma, hexagonal u octagonal. Tiene un largo fuelle y lleva los teclados en ambas caras. La apertura del fuelle es lo que evocan las concertinas de seguridad pasiva cuando se despliegan. Eduardo Mendoza emplea el instrumento en La ciudad de los prodigios para describir un ambiente: «… otros bailaban con hetairas escuálidas, de ojos vidriosos, a los compases de una concertina tocada por un ciego».
En cuanto a la concertina de seguridad o concertina barbada, una empresa que la fabrica en Málaga destaca de ella que «provista de cuchillas de alta resistencia, posee una gran capacidad de penetración […], a la vez que produce un efecto disuasorio sobre posibles intrusos». Su capacidad de penetración ha quedado patente en las carnes de quienes se encaraman a las vallas de Ceuta y Melilla, que, sin embargo, ponen constantemente en entredicho su efecto disuasorio.