La Voz de Galicia
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Uno de los elementos que determinan la forma de escribir las palabras es la etimología, la grafía de las voces de otras lenguas de las que proceden, principalmente el griego y el latín. Pero se dan casos en que, por distintas razones, no se respeta la etimología y se crean palabras antietimológicas. Sucede, por ejemplo, con boda, que procede del latín vota, plural de votum, ‘voto, promesa’. También en catalán es boda, quizá por influjo del castellano. Se mantiene fiel a su origen la voda del gallego. Ocurre otro tanto con abogado, del latín advocatus, cuya v se conserva en el gallego avogado.
El cambio de la b por v o de la v por b es uno de los casos más frecuentes de antietimología: avellana (del latín abellana) debería ser abellana (en gallego, abelá); barrer pierde la v del latín verrere (en gallego, varrer); sucede lo mismo con esbelto, del italiano svelto (en gallego esvelto).
Procesos similares se observan en voces con g o j. En español se escriben con j muchas palabras tomadas del francés, donde llevan g: alijar (de alléger), conserje (de concierge), extranjero (de estrangier), etcétera. Con carácter general, los préstamos del francés que originalmente terminan en -age se han adaptado al español con la terminación -aje: garaje (de garage), aterrizaje (de atterrissage), brevaje (de breuvage), bricolaje (de bricolage)…
Hay palabras con h hijas de voces latinas que no la llevan, como tampoco f, que suele evolucionar a h en español: hinchar (de inflare), hielo (de gelum), henchir (de implere)…
Tampoco son inusuales las acentuaciones antietimológicas. Es proverbial el caso de élite (del francés élite, que se pronuncia [elít]). En español se ha asentado como élite, aunque se admite la forma más etimológica elite. También va contra la etimología la forma con diptongo del elemento compositivo -mancia (nigromancia, quiromancia), admitida al igual que la etimológica -mancía (nigromancía, quiromancía).
Al final, prevalece el uso consolidado. Si solo se atendiese a la etimología, hasta los vellacos sin avolengo tocarían marabillosamente el hoboe.