Salvo que la tormenta política cambie radicalmente de dirección y amaine su intensidad, la ruptura del pacto de Gobierno en Ferrol entre el PSOE e Izquierda Unida es inminente. Y es una mala noticia para los habitantes de la ciudad, que verán como en un contexto de crisis la inestabilidad se apodera de la corporación municipal.
Para gobernar en minoría, la Ley de Grandes Ciudades que pretende aprobar el regidor Vicente Irisarri le facilita el día a día, pero no le permite pasar por encima del pleno en los asuntos capitales ni le permite obviar que solo cuenta con 9 ediles en una corporación en la que votan 25 y hay otros cuatro partidos que no tienen especial interés en facilitarte las cosas.
También es una mala noticia para el PSOE e IU. Hace apenas un año y unos meses ambos partidos se dieron un histórico abrazo y se comprometieron ante Ferrol a trabajar juntos hasta el 2011 y a sacar adelante un programa de Gobierno. Ahora rompen. Y no hay razones políticas de altura -al menos que se hayan hecho públicas- que justifiquen el divorcio.
Sea quien sea el mayor responsable de la ruptura, en el juego dialéctico que han mantenido Yolanda Díaz y Vicente Irisarri han ocupado lugares preponderantes la demagogia y las descalificaciones personales. Ambos deberían recordar que los demarrajes, salvo que sirvan para ganar, suelen pagarse caros. Y la factura se la pasarán los ciudadanos. En el 2011. Cuando se celebren las próximas elecciones municipales. Entonces hablarán los votos. Y quizá tengan que volver a pactar. O a lo mejor la aplicación de la Ley de Grandes Ciudades permite a otro partido gobernar en minoría.
Un análisis político que incluya la frase «sea quien sea el responsable de la ruptura» no es serio. En cualquier caso, creo que su comentario peca de desconocimiento de la ciudad de Ferrol. Los hechos de los últimos quince meses han demostrado que gobernar con Yolanda Díaz al son de los muy escasos militantes de IU es absolutamente descabellado. Una minoría ha pretendido en este tiempo imponer su criterio al resto del gobierno municipal y, en lo que se refiere a la actuación directa de la sra. Díaz, a sus gobernados, de manera autoritaria y, habitualmente, maleducada. Y no guardar las formas, en democracia, es aún peor que no ser demócrata.
Es la maldición de Ferrol: gobierne quien gobierne, no hay manera de asentar a un alcalde, a un líder y a un partido para que tenga tiempo de desarrollar un modelo de ciudad, como en Santiago o A Coruña, por ejemplo.
El comentario de Henrique Ares contiene una afirmación inquietante: «No guardar las formas, en democracia, es aún peor que no ser demócrata».
Sea quien sea el causante del desencuentro –¡esta es una expresión perfectamente válida para analizar un hecho!–, ambos pierden. Sin ovlidar que, de entrada, ese descuentro baneficia a los partidarios de las formas y, con ellos, a la derecha –incluida la del PSOE, que es poderosa en ese partido–.