El presidente comparece en el Congreso para hablar de la situación económica que vive el país. Esta es mi muy subjetiva crónica de la sesión:
1. Abre Zapatero. No pronuncia en ningún momento la palabra crisis. Si la sesión fuera a las cuatro de la tarde, más de uno se quedaría dormido. Con su dicción sincopada nos cuenta lo que ya sabíamos y no nos dice nada nuevo. Perdón, nos cuenta que los ciudadanos hemos notado una barbaridad los 400 euros y que tienen efectos «anticíclicos». Mucha propaganda y poca chicha.
2. Responde Rajoy. ¿El nuevo? No, el de hace siete meses: con críticas aceradas (algunas muy acertadas), pero faltón y sin propuestas. Vistos el presidente y el líder de la oposición, me salta a la cabeza la película Atrapado en el tiempo. Vivimos en un bucle político y, una vez más, es el día de la marmota.
3. La cosa mejora. Aparece en la tribuna Durán i Lleida (CiU). Habla con mucho más ritmo que sus predecesores. Y cuenta más cosas: hace planes, expone propuestas, enumera medidas para luchar contra la crisis… Por momentos, dan ganas de votarle. O de decirle a Zapatero que lo haga ministro. Seguro que a él le gustaría. Erkoreka (PNV) también hace una intervención sensata y pone los puntos sobre algunas íes: hemos perdido tiempos enfrascados en juegos lingüísticos. Luego le tocó el turno a Joan Ridao (ERC) y a Joan Herrera (ICV). Esta vez no habló el inefable Gaspar Llamazares, seis meses después del batacazo electoral aún cabeza de cartel de IU.
4. Llega la referencia a Galicia. Evidentemente la hace Francisco Jorquera, el portavoz del BNG, que comparte tiempo con el resto de representantes de formaciones adscritas al grupo mixto. Entonces aparece Rosa Díez, vestida de rojigualda, que exhibe una vez más su condición de profeta del miedo: ETA y la sacrosanta unidad de España marcan el inicio de su discurso. ¿Venía a cuento?
Después intervinieron la portavoz de Coalición Canaria, (Ana Oramas leyó sus papeles de principio a fin, sin levantar apenas la vista), el portavoz del PSOE y otra vez Zapatero. La sesión no dio para mucho más. Es lo que hay y podría ser peor. Y mucho más divertido. Si quieren echarle un ojo a una intervención parlamentaria disparatada y memorable, descubran a Isabel Teruel, una fugaz estrella política aragonesa.