Aznar sabía como salir de la crisis (si aún no se ha enterado, lea su último libro). Y tres decenas de concellos de Ourense saben como frenar la regresión demográfica que padece de forma inequívoca Galicia y que es especialmente grave en los pueblos del interior.
Lo dice el INE, que ha detectado en 39 municipios gallegos un engorde irregular del censo. Lo investiga la Junta Electoral Central, que solo tiene que tirar de hemeroteca para saber que, igual que las golondrinas vuelven siempre por primavera, también cuando se aproximan las elecciones locales afluyen los votantes en determinados concellos: aparecen vecinos en los sitios más inesperados (bares o talleres, estaciones de tren, viviendas en ruinas) y determinadas casas pobladas de repente por decenas de virtuales vecinos acaban pareciendo un cuartel.
La captación de población ajena es una vieja práctica, pero que evoluciona con el paso del tiempo. Y la última tendencia es empadronar portugueses. Cierto es que los lusos provienen de un país vecino, pero no es la clase de vecindad que pide la ley electoral.
Ya lo contó Carlos Punzón hace mes y medio en La Voz: los listados de Calvos de Randín y Oímbra (en el sur de Ourense) se habían disparado de repente.
Los alcaldes de ambos concellos pertenecen al PSOE y al PP, respectivamente. Y es al partido de la gaviota -y concretamente a su barón ourensano, José Luis Baltar– al que históricamente se le ha señalado como principal ejecutor de estas prácticas ilegales en Galicia. En 2007 alguien de su equipo las justificó en declaraciones a La Voz. Las reproduzco a continuación:
«Es normal que se trate de atraer a los más afines, pero sin condicionar el voto. Lo ético es que sea libre y se emita una sola vez» .
Leídas las noticias más frescas parece evidente que tenemos en nuestras manos la solución al envejecimiento y la despoblación de Galicia. Es sencilla. Solo habría que adoptar tres medidas: nombrar conselleiro de Demografía a Baltar padre, celebrar elecciones municipales cada tres meses y conseguir que el INE, la junta electoral y el Congreso de los Diputados hagan la vista gorda. ¿A qué espera, señor Feijoo?