No parece descabellado decir que Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, es uno de los hombres más poderosos del planeta. Y no por su riqueza, sino por la capacidad de influencia que tienen sus dos redes sociales (compró en su día Instagram) y su servicio de mensajería Whatsapp, que vehiculan la expresión de cientos de millones de personas y, al menos, en el servicio que creó cuando era un estudiante universitario, filtran muchos de los mensajes que intercambian.
Zuckerberg es un personaje con muchas aristas. Demonizado por muchos, admirado por otros y retratado de forma implacable en la película La red social por David Fincher, se ha convertido en un gran prescriptor, en un mastodóntico influencer, capaz de abrir un club de lectura en línea (http://ayearofbooks2015.com) y disparar las ventas de una obra tan interesante como El fin del poder, del escritor Moisés Naim.
El prestigioso ensayo del venezolano argumenta que, en el mundo que vivimos, el poder cada vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder, que los grandes actores antes dominantes y el orden establecido se enfrentan a la acción iconoclasta e inesperada de muchos micropoderes.
Si aceptamos esta sugerente teoría, habría que resolver una cuestión: ¿Es Facebook uno de ellos? ¿Está preocupado Mark Zuckerberg por perder su trono? Es y será multimillonario, pero como sentenció en la serie House of Cards un grandísimo jugador del juego de tronos, el despiadado personaje Frank Underwood, «se equivocan quienes eligen el dinero en lugar del poder».