Aguiño es un pueblo marinero bañado por la ría de Arousa. Su iglesia recuerda a un barco. Y ayer fue escenario de una anécdota bastante curiosa.
Según cuentan testigos presenciales, durante la misa dominical, oficiada por el prestigioso teólogo y catedrático Andrés Torres Queiruga, una paloma accedió al templo. Y se posó, ante la estupefacción de la menguada concurrencia, sobre la cabeza de una parroquiana.
La sala enmudeció. ¿Era una señal divina? ¿Había ocurrido un milagro? El propio sacerdote, no sin cierta sorna, se encargó de despejar las dudas: «Que nadie piense que ha entrado el Espíritu Santo». Y estallaron las carcajadas.
En otros tiempos el suceso habría sido utilizado políticamente. Por la Iglesia (se podría abrir un destino de peregrinación en la boca dela ría de Arousa), por la Xunta (durante el bipartito no se producían acontecimientos de este tipo) y por los vecinos de Aguiño.
Sobre el pueblo -que vive del, por y para el mar- pende una amenaza: la construcción de una depuradora que absorberá los residuos de casi todo el concello de Ribeira. Los vertidos -dicen los colectivos contrarios, que sí consideran necesaria una instalación más pequeña y en otra situación- destrozarán los ricos bancos marisqueros de la zona y la economía local.
¿La paloma fue una anécdota o una señal? ¿Buena o mala? ¿Para quién? En Roma, en otros tiempos, el ave habría sido capturada y abierta en canal para ver sus entrañas. En la mayor parte de Galicia, en estos tiempos -en el siglo XXI- ,la sangre acabaría en un fregadero o en un sumidero. El resultado sería el mismo: iría, sin depurar, al mar, a nuestro mar.