Atrás quedaron el huracán Palin y la situación de empate técnico, Barack Obama manda por varios cuerpos (hasta 9 puntos) en las encuestas y, a día de hoy, parece lanzado hacia la Casa Blanca. ¿Y cuáles son las razones de este demarraje que ha obligado a John McCain a suspender su campaña y a evitar un debate cara a cara con Obama? Pues una vez más, como sucedió en 1992 con Bill Clinton y George Bush padre, la clave es la economía.
Los estadounidenses demandan un cambio político y buscan savia fresca para afrontar el crack financiero que azota el país. En este sentido confían mucho más en Obama que en el candidato republicano.
Atrapado entre el descrédito de los neocons, la envenenada herencia de Bush y la crisis económica, a McCain (salpicado por un escándalo de peso: su director de campaña mantenía relaciones comerciales con Freddy Mac, una de las entidades hipotecarias que desataron la crisis en Estados Unidos) apenas le queda la opción de buscar un golpe de efecto que le devuelva emoción a la carrera presidencial. ¿Recurrirá a Karl Rove, el fontanero que encumbró a Bush?