Últimamente de Bruselas no llegan grandes noticias. Hace una semana se aprobaba la directiva que permite meter en campos de concentración durante 18 meses a los inmigrantes ilegales. Ahora veremos si el Parlamento Europeo enmienda la plana al Consejo y revienta el texto que propone una semana laboral máxima de 65 horas, que fue aprobado por los ministros de Empleo de madrugada, tras muchos dimes y diretes, con el rechazo explícito aunque no formal de España.
Ambas medidas suponen una regresión y pueden alimentar un fenómeno creciente en los últimos años: el euroescepticismo. Muchos ciudadanos comunitarios se sienten muy poco identificados con la Europa de los mercaderes.