José Blanco no será ministro. Lo dijo durante la campaña electoral y lo ha confirmado en una rueda de prensa en Lugo. Su «horizonte vital» no está cerca de la Moncloa, sino de Ferraz, de la sede central del PSOE.
Blanco no ocupará la cartera de Fomento. Y no podrá hacer que Galicia reciba la lluvia de inversiones que merece para ponerse al día en infraestructuras. Es una pena, pero cualquiera haría lo mismo si estuviera en el pellejo de Zapatero.
Blanco manda en el partido desde el 2000. Al frente del aparato ha podado una a una las espinas de la rosa del PSOE. Al menos las que pinchaban hacia adentro, las que provocaban tormentas internas, las que ponían en duda el hoy indiscutible liderazgo de ZP. Esa labor es oscura, pero muy necesaria (que se lo digan a Rajoy). Y cuando uno encuentra un buen jardinero-fontanero, no lo cambia. Nunca.