Celebramos el Día Mundial de la Tierra que coincide con el primer aniversario del nacimiento de “ambiental y cual”. Parece que hemos superado una barrera psicológica que condiciona en muchas ocasiones la defitiva continuidad de un blog, pero desde luego que no vamos a cantar victoria. ¡Qué es un año en la inmensidad del siglo! Confieso que lo he pasado estupendamente elaborando este blog y, en especial, intentando divulgar los temas ambientales de actualidad; otra cosa es que lo haya conseguido y logrado interesar a los lectores con los que tanto aprendo de sus comentarios y críticas.
Pero volviendo al día de hoy –el Día de la Tierra-, he topado en internet con un reciente documento titulado “Estudio sobre la necesidad de reconocer y respetar los derechos de la Madre Tierra” presentado ante el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas. El documento fue promovido por el Estado Plurinacional de Bolivia, a comienzos del año 2009, ante la Asamblea de Naciones Unidas, como un proyecto de resolución sobre “Armonía con la Madre Tierra”. Entre otras cosas se trataba de sustituir la denominación actual de la efemérides del 22 de abril por el “Día Internacional de la Madre Tierra” que, finalmente, no ha sido aceptado.
Reconozco que me gusta la denominación “Madre Tierra” (Pachamama en quechua, la lengua andina) que ya me sonaba de haberla leido en el Cántico de la Criaturas compuesto por San Francisco de Asis en 1225 (donde se refiere a “nuestra hermana la madre tierra”). Sin incurrir en un trasnochado panteismo, la sensibilidad de los pueblos indígenas hacia la fecundidad del Planeta, el respeto que merece el mantener sus equilibrios ecosistémicos y la necesidad de alcanzar una armonía entre la Tierra y los seres humanos, me parecen plenamente aprovechables. Más problemático es reconocer desde el punto de vista jurídico, a la “Madre Tierra”, verdaderos derechos como los que se proponen en el citado documento (derecho a la vida, a la regeneración de su biocapacidad, a una vida limpia, y a la armonía y al equilibrio con todos y entre todos).
Todo esto me lleva a una reflexión más trivial, pero no menos importante, sobre las excepcionales condiciones que para la vida que tiene nuestro Planeta para que en su seno se prodigue una tan increible biodiversidad. Y aquí no puedo dejar de recomendar un libro maravilloso escrito por José Luis COMELLAS (Catedrático de Historia Moderna y Contemporánea) titulado “La Tierra. Un planeta diferente” (RIALP, Madrid, 2008). Este Profesor emérito de la Universidad de Sevilla describe con extraordinaria riqueza de datos todo lo referente a nuestro Planeta: su historia, su estructura, la hidrosfera, la atmósfera, las fuerzas internas y externas que explican su propio dinamismo; también se para en mostrar las características de “nuestros vecinos” planetas del sistema solar; incluso aborda la cuestión del cambio climático sobre la que concluye animando a poner en marcha los factores que pueden operar en sentido contrario: “cualquier cosa cabe a principios del siglo XXI, excepto no hacer nada, o perder las esperanzas”. Todo lo afirma con el rigor de un historiador pero, a su vez, con la pasión de un amante de la naturaleza que tras una larga y amena singladura por el Planeta y por las lejanías el Universo –que conoce muy bien ya que es además uno de los más reconocidos divulgadores de temas astronómicos en España- termina diciendo: “¡qué descubrimiento acabamos de hacer!: ¡al fin un Planeta como la Tierra! Es maravilloso. –No, no has descubierto nada. Ese Planeta no es como la Tierra. ¡Es la Tierra!… -¡Pero la Tierra es maravillosa!”.
La Tierra es asombrosamente distinta a otros Planetas que conocemos. Es nuestra “Madre Tierra” que, quizá no es la única que existe en el inmenso Cosmos, pero es la que generosamente nos permite vivir.