La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
Seleccionar página

voces-de-chernobilEl pasado martes 26 de abril se cumplía el treinta aniversario de la mayor catástrofe nuclear jamás ocurrida (la más grave en la “Escala Internacional de Accidentes Nucleares”: su nivel 7): la explosión del reactor nº 4 (tipo RBMK-1000) de la central nuclear Vladimir Ilich Lenin, situada a 3 kilómetros de la ciudad de Prypiat y a 18 kilómetros al noroeste de la ciudad de Chernobil, ambas pertenecientes a la actual Ucrania. Con este motivo he vuelto a releer estos días los sobrecogedores testimonios reunidos magistralmente por la escritora bielorrusa, Svetlana ALEXIEVICH, en su obra titulada “Voces de Chernobil. Crónica de futuro” (publicado el Grupo Editorial Penguin Random House, 2015). Como es sabido esta periodista ha sido galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2015, quien, según el Jurado, “su obra polifónica” es “un monumento al valor y al sufrimiento en nuestro tiempo”.

efe_20151008_150609152

Svetlana Alexievich

En la citada obra se recogen más de medio centenar de “monólogos” que son testimonios de quienes vivieron de primera mano los acontecimientos de Chernobil: desde la esposa de un bombero fallecido poco después de la catástrofe, hasta de residentes en la zona contaminada, pasando por algunos de los “liquidadores” de la central destruida, personal médico que atendió a las víctimas, periodistas, políticos, investigadores, evacuados de la ciudad de Prypiat, profesores, etcétera-. Casi veinte años ha tardado la autora bielorrusa en acopiar tan impresionantes reflexiones de los protagonistas de Chernobil. Como cuenta ella misma: “un año después de la catástrofe, alguien me preguntó: “todos escribe. Y usted que vive aquí, en cambio no lo hace. ¿Por qué?”; no quería escribir una obra rutinaria, descubrió que tras Chernobil había un enigma que había que descifrar. “¿Qué es lo que realmente había sucedido? (…) Sencillamente, ya no bastaba con los hechos, aspirabas a asomarte a lo que había detrás de ellos, a penetrar en el significado de lo que acontecía. Estábamos ante el efecto de la conmoción, Y yo estaba buscando a esa persona conmocionada. Esa persona anunciaba nuevos textos”.

“Con las personas para las cuáles Chernobil representa –como sigue diciendo Svetlana– el principal contenido de su vida, cuyo interior y cuyo entorno, y no sólo la tierra y el agua, están envenenados con Chernobil. Estas personas contaban, buscaban respuestas. Reflexionábamos juntos. A menudo tenían prisa, temían no llegar a tiempo, y yo aún no sabía que el precio de su testimonio era la vida”. Y, tras revelarnos el sentido de su trabajo periodístico, concluye: “un destino construye la vida de un hombre, la historia está formada por la vida de todos nosotros. Yo quiero contar la historia de una manera que no se pierdan los destinos de los hombres… ni de un solo hombre”.

Inevitablemente esta “historia mínima” de Chernobil, me llevó inevitablemente a otra de las catástrofes nucleares recientes como es el caso de Fukushima y, en particular, a rememorar la también sugerente obra de un profesor jubilado y bloguero, Takashi SASAKI quien, bajo el título “Fukushima. Vivir el desastre” (publicada en 2013 por editorial Satori), narra, a modo de diario, su vida y reflexiones sobre el devastador terremoto y tsunami que provocó –el 11 de marzo de 2011- el accidente de la central nuclear de Fukushima Daiichi, situada a 25 kilómetros de su vivienda. Los problemas de los suministros en su “ciudad fantasma”, la desesperante actitud del gobierno en los primeros mementos de la catástrofe, sus ocupaciones cotidianas, la sonrisa de su pequeña nieta Ai, la solidaridad de quienes habían decidido quedarse… nada pasa desapercibido para este damnificado por la catástrofe. Todo lo cual le obliga, además, a plantearse problemas más profundos.

fukushima-vivir-el-desastreCon toda frescura, este abuelo de setenta y un años, recoge, junto a incisivos comentarios del momento -como el siguiente: “Creo recordar que la primera vez que se habló de desmantelar la central fue cosa de una semana después del accidente. No puedo librarme de la sospecha de que por esas fechas, TEPCO (empresa eléctrica responsable de la central nuclear), que aspiraba a volver a poner en funcionamiento las instalaciones, solo tomaba pequeñas medidas para salir del paso y salvar las apariencias” (marzo de 2011)- verdaderas reflexiones de gran enjundia -como esta: “en Japón, todos los mecanismos sociales están hechos esmeradamente y de una forma que los hace muy seguros. Esto incluye también a los seres humanos, porque es grato poder decir que la seguridad ciudadana está, quizás, al nivel más alto del mundo. No, no era mi intención ponerles pegas a estos hechos. Lo que quiero decir es que Japón está concebido de una forma tan cómoda y segura,, que ante las cosas que no entran en las previsiones estamos totalmente indefensos” (abril de 2011)-. Y, en cuanto a la proverbial unidad del pueblo japonés, se atreve a afirmar, “(…) con ocasión del gran terremoto, hemos tomado conciencia de lo desunidos que estábamos, y de que esa distancia que nos separaba no va a poder ser acortada como no sea mediante un esfuerzo mutuo” (abril de 2011).

fukushima-sasaki-001

Takashi Sasaki y su esposa

A estas alturas se han escrito “toneladas” de páginas -y bits- sobre ambos eventos catastróficos: exhaustivos informes técnicos, sesudos artículos científicos (en cuanto a un análisis comparativo de los impactos ambientales recomiendo el publicado por la revista “Science of the Total Environment”), apasionados alegatos en contra y a favor de la energía nuclear, innumerables colaboraciones periodísticas, hasta “comics”. Y, por supuesto, como era de esperar, con motivo de los aniversarios (20º, 25º, 30º…; 5º en el caso de “Fukushima”) se reabre, una y otra vez, el tan manido “debate nuclear”. Por mi parte, confieso que estoy un poquito cansado de tanta parafernalia mediática. Posiblemente, en la futura política energética (a corto y medio plazo) no podamos prescindir todavía de una porción nuclear en el “mix energético” -salvo que los alemanes nos convenzan de que es posible el “apagón nuclear” antes del 2030-, necesitados como estamos de “descarbonizar” cuanto antes la economía, para lograr los objetivos del “Acuerdo de París”.

En todo caso, me gustaría reivindicar aquí a quienes tengan en sus manos los hilos de la política energética (organismos internacionales, gobiernos, industrias, “lobbies”, analistas, etc.) que no pierdan de vista que tras esas decisiones –y sobre sus posibles consecuencias- están personas de carne y hueso como las que se cuentan en las obras de Svetlana ALEXIEVICH y Takashi SASAKI. Por encima de estadísticas, estudios, análisis hay personas, con nombres y apellidos, que sufren y padecen muchas veces las irresponsabilidades que quienes ejercen el poder. Ojalá no se cumpla el oscuro presagio con que concluye Svetlana una de sus reflexiones sobre Chernobil: “En Chernobil se recuerda ante todo la vida “después de todo”: los objetos sin el hombre, los paisajes sin el hombre. Un camino hacia la nada, unos cables hacia ninguna parte. Hasta te asalta la duda de si se trata del pasado o del futuro. En más de una ocasión me ha parecido estar anotando el futuro”.