Casi al mismo tiempo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) acaba de publicar (la pasada semana) dos noticias que parecen un tanto contradictorias. Es como el chiste famoso en que se comienza preguntando: «tengo que comunicaros dos noticias: una buena y otra mala». Y, en efecto, si comenzamos por la noticia buena -que es la que se suele demandar en primer lugar- resulta que, en estos momentos, “la capa de ozono está en vías de recuperación”. En efecto, un concienzudo trabajo realizado por más de 300 científicos –promovido por el “Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente” (PNUMA) y la “Organización Meteorológica Mundial” (OMM) que resume el informe de evaluación científica del agotamiento de la capa de ozono (Scientific Assessment of Ozone Depletion) llega a tan esperanzadora conclusión después de cuatro años de trabajo. “Existen indicios positivos de que la capa de ozono se habrá recuperado a mediados de este siglo” se afirma en el informe. Se pone de manfiesto el éxito de uno de los pocos instrumentos jurídicos internacionales en el campo del medioambiente -que está evitando millones de casos de enfermedades relacionadas con el cancer de piel, lesiones oculares y daños al sistema inmunológico-: el Protocolo de Montreal, negociado en 1987 y que entró en vigor a comienzos de 1989; uno de los más fructíferos tratados internacionales ambientales que, además, también sirve para combatir el cambio climático. Además da la causalidad que la buena noticia casi coincide con la celebración del “día internacional de la preservación de la capa de ozono”, ayer 16 de septiembre (este año con el tema “Protección de la capa de ozono: la misión sigue en pie”).
Ahora toca comunicar la noticia mala, difundida por la misma OMM, que “la cantidad de gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera alcanzó un nuevo máximo sin precedentes en 2013”; una concentración de CO2 en la atmósfera que alcanzó un 142% del nivel de la era preindustrial (antes de 1750). Además, como señala el mismo informe, “dicha concentración en la atmósfera aumentó el año pasado a un ritmo que no se había dado en casi 30 años”. Esto significa que, de seguir este promedio, en 2015 o 2016, superaremos el umbral simbólico de las 400 ppm (partes por millón) en la concentración del mismo gas. Y, en esta temática que, sin duda es mucho más compleja que la lucha contra la reducción de la capa de ozono, que diferente es el escenario jurídico, protagonizado por un debilitado Protocolo de Kioto cuya prorroga o segundo periodo de vigencia (hasta 2020) fue acordado, a duras penas y sin compromisos serios, en la 18ª Conferencia de las Partes, celebrada en Catar el año 2012. Un raquítico compromiso en el que paises como Estados Unidos, Rusia, Japón y Canadá decidieron no respaldar la prórroga.
A pesar de la preocupante situación, las negociaciones internacionales sobre el cambio climático siguen su curso. La semana que viene, el 23 de septiembre, va a tener en la sede de la ONU en Nueva York la “Cumbre sobre el Clima 2014” que va a reunir a los líderes de más de 125 países. El Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon va a tratar de convencer a los gobiernos, empresas y a la sociedad civil que es necesario mejorar y fortalecer las medidas contra el cambio climático. De este modo se trata de preparar el terreno para lograr un acuerdo jurídico más sólido en la futura y decisiva Cumbre de Paris de 2015 (COP 21), al que se habían comprometido las Partes en 2011 con objeto de que entre en vigor en 2020. No obstante, antes está previsto la “Cumbre de Lima” (COP 20), en la primera quincena del mes de diciembre de 2014.
Aunque muchos duden de la eficacia de los acuerdos políticos y sus instrumentos jurídicos subsiguientes, soy de la opinión de que, si bien cabe el riesgo de que se imcumplan e inapliquen, van marcando un nivel de compromiso moral que, poco a poco, va calando en la sociedad y en las instituciones -públicas y privadas- y que, tarde o temprano, acabará logrando nuevos avances en la lucha contra el cambio climático.
Una última reflexión me sugiere estas agridulces informaciones de la Organización Metereológica Mundial y es que, del mismo modo que no se pueden tratar los problemas ambientales de forma aislada, fuera del contexto del ecosistema en que se suceden, cuando se trata de normas jurídicas (sean leyes, tratados internacionales, etc.) éstas tienen que producirse respetando también el equilibrio ecosistémico. Muestra de la importancia de este prinicipio o enfoque ecosistémico de las normas que disciplinan la protección ambiental es la paradoja que se produce –como señala el citado informe de la OMM- se está recuperando la capa de ozono por la prohibición de las sustancias que la perjudicaban (como los HCF) pero, resulta que los productos que los han sustituido (los HFC) –que no son nocivos para la capa de ozono- muchos de ellos son potentes gases de efecto invernadero que, por lo consiguiente, van a incrementar los efectos del calentamiento global.
Del mismo modo que defendemos un equilibrio ecosistémico de la naturaleza sus recursos hay que preservar la coherencia e integridad de un «derecho ecosistémico”.
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