El pasado martes asistí, en la Domus de A Coruña, a una interesante conferencia del Subdirector del INTECMAR sobre las importantes actividades que desarrollan en relación con los productos marinos –particularmente con los moluscos-, controlando, casi diariamente, el estado biologico y ambiental de las zonas de producción acuícola, todo ello con el fin de garantizar su aptitud para el consumo humano y su calidad alimentaria. Aprendimos mucho todos los que asistimos y me impresionó el gran nivel de las numerosos –e inteligentes- preguntas que al ponente formularon los estudiantes universitarios presentes. Me interesó mucho el tema de las mal llamadas “mareas rojas” que tantos quebraderos de cabeza producen en los profesionales de la acuicultura (con el cierre cautelar de sus instalaciones por el INTECMAR): una curiosa modalidad de “contaminación natural” por medio de biotoxinas marinas de tres clases que, como remarcó el conferenciante, no está asociada (como yo pensaba) a la contaminación antrópica.
Esta conferencia inauguraba un ciclo de intervenciones relacionadas con el mar, organizado por el proyecto europeo “Sea for society. Towards a blue society”. En este proyecto -en que participan 28 socios de 11 países- se trata de promover el dialogo entre investigadores, gestores públicos, ciudadanos, gente joven, autoridades locales, etc. con el fin de generar, por medio de un aprendizaje recíproco, el nuevo concepto de la “Sociedad Azul” (Blue Society). A su vez, esta iniciativa de divulgación se enmarca en el más amplio ámbito de la “Política marítima integrada” impulsada desde mediados de 2007 por la Comisión Europea.
Con el objetivo estratégico “Europa 2020” (“una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador”), la Unión Europea es consciente de su marcada vocación marítima y de las ingentes posibilidades económicas que tiene su configuración geográfica litoral. Desde la puesta en marcha de esta “politica integrada”-que reúne las tradicionales políticas sectoriales comunitarias con inicidencia marina: pesca, transporte marítimo, medio ambiente, etc- se han venido desarrollando varias políticas “transversales”:
– un mayor conocimiento del medio marino para ayudar al sector, las autoridades públicas y los investigadores a encontrar información y utilizarla de forma más eficaz para desarrollar nuevos productos y servicios y, al mismo tiempo, mejorar nuestro conocimiento del comportamiento del mar (véase la Red Europea de Observación e Información del Mar: EMODNET).
– una mejor ordenación de los espacios marinos (marine spatial planning) que consiste en la ordenación y regulación de todos los usos humanos del mar y la protección de los ecosistemas marinos. Y en cuanto al litoral, la Comisión Europea ha recomendado –desde finales de los noventa- la aplicación de la llamada gestión integrada de las zonas costeras.
– una mayor vigilancia marítima en diferentes materias (control en las fronteras, seguridad, control de la pesca, aduanas, medio ambiente, defensa, etc.) con el fin de proporcionar métodos de intercambio de datos e información a las autoridades interesadas o implicadas en esta tarea.
-un mayor crecimiento económico (“crecimiento azul”) a todas las actividades existentes, emergentes y potenciales que pueden generar empleo; por ejemplo, transporte marítimo de corta distancia, turismo costero, energía eólica en alta mar, desalinización, uso de los recursos marinos en las industrias farmacéuticas y cosméticas, etc.
En octubre de 2012 se firmaba en Nicosia (Chipre), con ocasión del Consejo informar de ministros de la Unión Europea relacionados con la política marítima integrada, la “Declaración Limassol”, fijando las bases de la “agenda marítima y marina para el crecimiento y el empleo” y sobre el convencimiento de la importancia de la “Economía Azul”.
No nos cabe ninguna duda de que el mar supone –y lo ha supuesto desde hace muchos siglos- una -¿inagotable?- fuente de recursos y inmenso ámbito de oportunidades para el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, tampoco se nos escapan los retos para evitar la aceleradas destrucción y degradación a la que estamos sometiendo nuestro océanos en el último medio siglo. Es muy elocuente en este sentido el ensayo de la oceanógrafa norteamericana, SYLVIA A. EARLE (conocida internacionalmente “Embajadora del Océano”): “Un mundo azul. El rumbo de los océanos, el futuro de la tierra” (publicado en España por RBA en 2012). Con motivo de la devastadora contaminación producida por la plataforma petrolífera “Deepwater Horizon” en el Golfo de México, la autora examina un ecosistema global como es medio marino que se encuentra al borde de una crisis ambiental irreversible, a menos que actuemos inmediatamente. Y, según ella, “la situación todavía puede revertirse”. Es especialmente luminosa la tercera parte de su obra: “Ha llegado la hora” que estructura en cuatro capítulos: “explorar el océano”, “gobernar el océano”, “cultivar el océano” y “proteger el océano”. Si de verdad queremos un “futuro azul”, hay que actuar en estas direcciones, antes de que sea tarde.
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