Parafraseando el precioso Cántico de las Criaturas, compuesto en 1225 por San Francisco de Asis, deseo iniciar este breve comentario en un día tan señalado del año –al menos para los creyentes- como es la Navidad. En su breve libro sobre La infancia de Jesús, el Papa Benedicto XVI tras afirmar que en el Evangelio –al tratar del nacimiento de Cristo en el pesebre- “no se habla en este caso de animales”, la meditación guiada por la fe “ha colmado muy pronto esta laguna” y, de hecho, añade, “ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”. Por lo tanto, es legítimo no desahuciar del belén de nuestras casas a tan tradicionales y voluminosas figuras. No obstante, el Santo de Asís -Patrono celestial que es de los ecologistas- parace que fue quien primero popularizó esta costumbre belenística y nos cuesta mucho creer que, quien manifestó tanto amor por los animales, los rechazara de su portal.
Pero también el mundo vegetal está presente en la Navidad junto al belén con ese árbol que, como dice, el Pontífice “es un significativo símbolo del Nacimiento de Cristo, porque con sus hojas siempre verdes recuerda que la vida no muere”.
En estos días de Navidad son abundantes las páginas sobre medio ambiente que recogen diversos consejos y recomendaciones para vivir una “Navidad sostenible”: consumir en nuestras celebraciones alimentos ecológicos de bajas emisiones de CO2, evitar los productos elaborados y sobreenvasados, rechazar los pescados inmaduros, ningún producto transgénico en nuestras comidas… En la iluminación navideña usar las bombillas de bajo consumo y desconectar los aparatos eléctricos cuando no estén funcionando… En los regalos y jugetes reducir al máximo los envases y embalajes, rechazar las bolsas de plástico en nuestras compras, no comprar jugetes que utilicen pilas y mirar que sean de materiales naturales y biodegradables… Y, por solidaridad, elegir establecimientos de comercio justo o formar parte de cooperativas de trueque. Y la lista sería interminable.
Sin despreciar tan sostenibles consejos navideños, los creyentes extraemos del paupérrimo Nacimiento del Salvador un mensaje de austeridad que se opone al desaforado consumismo que caracteriza en estas fechas nuestras sociedades opulentas. No sé si tras la crisis que padecemos vendrá ese nuevo modelo económico y social, ese cambio de paradigma de una sociedad más justa basada en un uso más sostenible de nuestros cada vez más limitados recursos naturales. Por lo pronto nos conformamos con la contemplación del Niño-Dios. Small is beautifull. ¡Muy felices Navidades!