El pasado 10 de diciembre se han cumplido los treinta años desde la apertura a la firma de los Estados, en la Bahía de Montego (Jamaica), de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar (también conocida por las siglas CONVEMAR, UNCLOS en inglés). Tras nueve años de trabajo en el seno de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar (convocada por la Asamblea General en diciembre de 1970) y 11 periodos de complicadas y agotadoras sesiones de trabajos, esta Convención fue aprobada, en abril de 1982 en New York, por 130 votos a favor (y sólo 4 votos en contra y 17 abstenciones). Abierta a la firma de los Estados, su entrada en vigor no llegó hasta el 16 de noviembre de 1994 (un año después de la ratificación nº 60 de Guyana). Sin embargo, potencias tan relevantes como los Estados Unidos no la han firmado.
La CONVEMAR es la verdadera “Constitución internacional de los mares y océanos” –suscrita actualmente por 164 Estados (de los 193 Estados miembros de la ONU)- que, a lo largo de las 17 partes, 320 artículos y 9 anexos que lo componen, regula desde las diferentes areas marinas (desde el mar territorial al alta mar, pasando por la zona contigua, la zona económica exclusiva, los estrechos de navegación, los Estados archipelágicos, la plataforma continental, etc.) y las actividades (como el “paso inocente”) y aprovechamientos de recursos permitidas (como la pesca) o limitadas en esas zonas marinas, hasta la protección y preservación del medio marino (su Parte XII), pasando por la investigación científico marina, el desarrollo y transmisión de la tecnología marina, la solución de controversias, etc.
La Convención abrió paso a la extensión casi universal del límite de las 12 millas naúticas del mar territorial y de la jurisdicción de los paises ribereños sobre los recursos naturales de la zona exclusiva hasta las 200 millas marinas. También estableció la “Autoridad Internacional de los Fondos Marinos”, el “Tribunal Internacional del Derecho del Mar” y una “Comisión de Límites de la Paltaforma continental”.
Con motivo del trigésimo aniversario de la apertura a la firma de CONVEMAR por los Estados, la web de la oficina de “Océanos y Derecho del Mar” se abre con un vídeo conmemorativo de tal efemérides, en que el interviene el Secretario General de Naciones Unidas –Ban Ki MOON– poniendo de manifiesto la importancia de este instrumento internacional y de los retos que se abren hacia el futuro. Ya poco antes de la celebración de Rio+20 había lanzado la iniciativa “un pacto para los océanos”, promoviendo el compromiso de organizaciones no gubernamentales, empresas y academias para hacer frente a los desafíos en la protección y restauración de la salud y la productividad de los océanos.
En todo el mundo se han celebrado reuniones y seminarios internacionales, particulamente en mundo del Derecho (como los organizados por la Universidad de Valencia o la Universidad de Oporto) relativos a CONVENAR: sobre sus orígenes, su elaboración, su contenido, sus lagunas, su necesaria revisión a los nuevos tiempos… Yo mismo he tenido la suerte de asistir a uno de estos eventos que ha tenido lugar en la sede de Coruña de la Fundación Barrié de la Maza, los pasados días 13 y 14 de diciembre. En concreto, el magníficamente organizado por la Association International du Droit de la Mer, a iniciativa del Instituto Salvador de Madariaga de Estudios Europeos (dirigido por el Prof. SOBRINO HEREDIA) y el marco del dinámico y excelente Campus do Mar. Tuve la oportunidad de conocer a muy relevantes especialistas en Derecho Internacional del Mar (españoles y extranjeros) y, sobre todo, de identificar los virtualidades y defectos del repetido Convenio.
He de reconocer que, trabajando sobre el caso del Prestige (contrariado por las limitaciones que, a mi juicio, presenta CONVENAR para perseguir los casos de contaminación marina accidental), llegué a valorarla muy negativamente. Sin embargo, ya hace un tiempo en una reunión de trabajo en Lisboa con Remi PERMENTIER, Director de Varda Group -que cuenta con una extraordinaria experiencia en negociaciones internacionales- me hizo caer en la cuenta de que mi opinión no estaba bien aquilatada; y que de seguro que ahora estaríamos mucho peor en la protección del medio marino si no fuera por la vigencia de esta importante Convención sobre Derecho del Mar.
Lo anterior no invalida –como he podido comprobar de las exposiciones que he seguido en los Seminarios y reuniones científicas celebradas- que CONVEMAR sea un marco jurídico suficiente para abordar los nuevos problemas de gobernanza de los mares y océanos de nuestro lacerado “Planeta Océano”. No ha logrado limitar la sobre-explotación que predomina en buena parte de las pesquerías (más del 80%); la contaminación de los mares persiste y la seguridad del transporte marítimo (que soporta el 90% del comercio internacional) avanza muy lentamente (a fuerza de catástrofes); todavía son muy pocos los espacios marinos protegidos (no llega al 2% de las tres cuartas partes de la superficie de la Tierra ocupadas por mares y océanos, en el que viven más del 97% de los seres vivos del Planeta); se mantiene gran número de conflictos sobre la definición de límites entre las áreas de jurisdicción de varios países; no están resueltos los problemas que abre el deshielo –por efecto del cambio climático- de algunas zonas como el Ártico; y un largo etcétera.
Todo lo que se quiera –aunque Xavier PASTOR, Director ejecutivo de Océana en Europa, afirme que “es una triste noticia conmemorar el aniversario de la Ley del Mar cuando tras cientos de compromisos la mayoría de los países siguen ajenos a la aplicación de políticas efectivas de gestión y protección de los mares y sus recursos”- pero ya me gustaría, vistos los pobres resultados de las últimas Cumbres Internacionales sobre temas ambientales (Rio+20, Doha, etc.), que se llegara -en el seno de Naciones Unidas- a la concreción y al consenso logrado en la aprobación de las reglas (sin duda insuficientes) contenidas en CONVENAR. Por supuesto que en el apartado del medio marino, esta Convención requeriría una especial puesta al día con las novedades generadas tras la Cumbre de Río de Janeiro de 1992, pero mucho me temo que aun tiene que pasar cierto tiempo para volver a aquel talante constructivo de los negociadores de Montego Bay. Y, en todo caso, como dice el dicho, antes de perder, «que me dejen como estoy».
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