Acabo de leer Ecologíada (100 batallas) Medio ambiente y sociedad en la España reciente una deliciosa antología autobiográfica sobre las incansables luchas emprendidas por uno de nuestros más famosos y activos ecologistas españoles, el sociólogo murciano Pedro Costa Morata, en los más diversos frentes del medio ambiente: desde la lucha antinuclear, hasta la defensa de la costa (tan querido por nosotros), pasando por las papeleras, las autopistas, las líneas de alta tensión y un largo etcétera. A lo largo de casi 30 años (desde 1973 hasta la actualidad) de su peripecia personal llama la atención la jovialidad y perserverancia de este ecologista de raza en su militancia, que le ha llevado hasta los últimos rincones de España (Galicia incluida) y a relacionarse con todos aquellos que en nuestro país han enarbolado la bandera del ecologismo desde sus comienzos. Me impresiona cómo resume –en su “epílogo (provisional)”- su propia historia: “perdí, voluntariamente y para siempre, mi tranquilidad, y en sus sustitutos –la tensión y la necesidad- me instalé y me reafirmo cada día, sin entender que haya de dar por concluidas, y menos superadas, las grandes tareas que han orientado mi vida”. Un magnífico colofón para expresar la actitud vital de quien defiende “a capa y espada” algo por lo que –entiende- merece la pena luchar.
Reconozco que siempre me han atraido estos luchadores comprometidos con la defensa del medio ambiente; pero no del medio ambiente en general, sino de causas concretas, sea la central nuclear de Zorita, las tablas de Daimiel, las minas de Aznalcóllar, o ¡salvemos Doñana!… Y sobre todo admiro a los pioneros, aquellos activistas que lo eran cuando oponerse a la política imperante constituía un grave riesgo personal.
Aunque algunas veces no comparto los diagnósticos y las soluciones de los ecologistas, soy de los que piensan que si el ecologismo no existiera… habría que inventarlo. Siempre atentos a cualquier posible atentado al medio ambiente, es dificil no escuchar su voz y sus planteamientos –tendencialmente- catastrofistas, pero es que, si no, ¡no nos enteramos! Otra cosa es su proverbial pesimismo existencial –que tampoco comparto- del que el propio autor de “Ecologíadas” hace gala en su Epílogo titulado “un ecopesimismo que descarta el progreso”.
La historia del ecologismo español de la que Pedro Costa Morata es uno de sus pincipales protagonistas, junto con otros destacados representantes (Valverde, Rodriguez de la Fuente, Araujo, Gaviría, Allende, Marqués, Precioso, Varillas, Silva, Da Cruz, Oberhuber, Pastor, etc.), ha estado caracterizada –como ha descrito el conocido ensayo de Joaquín Fernández “El ecologismo español”, una historia del movimiento ecologista en nuestro país hasta el final del siglo XX- por su desencuentro casi constante con la política al uso, por su endémica falta de unidad y su ambigüedad ideológica. A diferencia de otros países de Europa como Alemania o Francia, el movimiento ecologista en España apenas ha obtenido representantes cuando ha concurrido a las elecciones políticas, y, cuando lo ha conseguido, ha sido en coalición con otros partidos (PSOE o IU).
A mi juicio, cuando el ecologismo se alía con los partidos políticos convencionales (o se intenta convertir en tales) pierde la frescura de sus planteamientos fundacionales, su dinamismo originario, y gran parte de su independencia ideológica. No obstante, deseamos toda la suerte del Planeta a Juantxo López de Uralde (antiguo Director ejecutivo de Greenpeace España) con su proyecto de partido político ecologista que –sobre la base de la Fundación Equo– se propone concurrir a las próximas elecciones generales de final del presente año 2011. Quizá “es el momento”, como reza su manifiesto programático, de que ante nuestras profundas crisis -en estos indignados tiempos- sean oportunas muchas de sus soluciones.