Con motivo de la invitación que, recientemente, se mi hizo por la “Asociación Catalana de Municipios” para pronunciar una conferencia en Barcelona sobre “los municipios y la sostenibilidad” (tema del que trataré en la siguiente entrada de mi blog), tuve la oportunidad de visitar el “Templo Expiatorio de la Sagrada Familia”, el monumento más visitado de España, con más de 4,5 millones de visitantes en 2016. Aunque ya lo había visitado fugazmente hace más de una década, en esta ocasión tuve la oportunidad de contemplar con reposo la obra cumbre del genial arquitecto catalán, Antoni GAUDÍ (Reus, 25 de junio de 1852 – Barcelona, de junio de 1926).
Máximo representante del modernismo catalán, aunque con un estilo personal único, la obra de GAUDI se ha ido agigantando a lo largo del tiempo y por todo el Planeta, particularmente, desde el año 2002 declarado “Año Internacional Gaudí” –coincidente con el 150 aniversario de su nacimiento-. Desde 1956 con la creación de la “Cátedra Especial Antonio Gaudí” en la Escuela Superior Técnica de Arquitectura de Barcelona (denominada “Real Cátedra” desde 1998), son ya muy numerosos los estudios que han analizado la obra arquitectónica del genial arquitecto. Además, entre 1984 y 2005, siete de sus obras han sido declaradas por la UNESCO como “patrimonio de la Humanidad”.
Como es especialmente destacado por los todos los estudios de las obras de GAUDÍ, su nuevo lenguaje arquitectónico y su inconfundible estilo –naturalista, orgánico- está inspirado en la naturaleza. Desde su vivencia de infancia en su tierra natal (Riudoms o Reus en Tarragona) disfrutó de su contacto con la naturaleza. Su perspicaz y penetrante mirada del entorno natural que le rodeaba, le permitió estudiar con profundidad las formas orgánicas y anárquicamente geométricas de la naturaleza. Ya arquitecto, el joven GUADÍ buscó un lenguaje para plasmar esas formas orgánicas regladas en sus proyectos arquitectónicos: el paraboloide hiperbólico, el hiperboloide, el helicoide y el conoide, son recurrentes motivos de inspiración en todas sus obras. Desde 1915 en que se dedicó casi exclusivamente al diseño y construcción de su obra maestra de la Sagrada Familia (aunque el inicio de las obras se remonta a 1882).
En mi vista al museo de la basílica de la Sagrada Familia –consagrada para el culto católico por el Papa Benedicto XVI en 2010- que se encuentra en el subsuelo, pregunté en su tienda de recuerdos por alguna obra explicativa de la relación de GAUDÍ con su principal fuente de inspiración: la naturaleza. Pude adquirir una obrita de divulgación escrita (traducida a varias lenguas) por Jordi CUSSÓ I ANGLÈS titulada “Disfrutar de la naturaleza con Gaudí y la Sagrada Familia” (Editorial Milenio, Lleida, 2010). Pero para profundizar en la obra del genial maestro es imprescindible manejar las obras de BASSEGODA NONELL y de GIRALT-MIRACLE. No obstante, una de las mejores explicaciones que he encontrado sobre la inspiración de GAUDÍ en la naturaleza es el trabajo de Gustavo GARCÍA GABARRÓ titulado “Acercarse a Gaudí”, contenido en la obra colectiva “La cátedra de Antoni Gaudí. Estudio analítico de su obra” (Universidad Politécnica de Cataluña, 1998).
Son muy expresivas algunas de sus más famosas: “el gran libro siempre abierto y que hay que hacer el esfuerzo de leer es el de la Naturaleza; lo otros libros han sido extraídos de éste”; “el arquitecto del futuro se basará en la imitación de la naturaleza, porque es la forma más racional, duradera y económica de todos los métodos”…. Y cuando se le preguntó cuál era su tratado de arquitectura favorito él contestó mirando por la ventana: “ese árbol que crece ahí fuera, ese es mi mejor libro de arquitectura”. Un claro ejemplo del “biomímesis” (o imitación de la naturaleza) de la obra de GAUDÍ es la “Planta Noble de la Casa Batlló” con el reiterado uso de espirales que representan el movimiento del agua y del aire en la naturaleza en forma de remolinos y torbellinos, simbolizando la constante regeneración de la naturaleza.
“La originalidad consiste en retornar al origen”, resume con frase de Antoni GAUDÍ su inspiración en la naturaleza (en el apartado “ad hoc” del museo bajo la basílica). Uno de sus discípulos, PUIG BOADA, explica el sentido de este pensamiento: “la Creación continúa incesantemente por mediación de los hombres, el hombre no crea: descubre y parte de ese descubrimiento. Los que buscan las leyes de la naturaleza para formar nuevas obras, colaboran con el Creador; los copistas no colaboran. Por eso la originalidad consiste en volver al origen”.
Hay muchos detalles en la obra de GAUDÍ que reflejan un profundo amor a la naturaleza como manifestación de la Creación obrada por el “Supremo Hacedor” en quien creyó fervientemente hasta el final de su vida. Además de las resonancias de su arquitectura con la geología, la botánica y la zoología (disfruté mucho identificando el “bestiario gaudiano” en la fachada del “Nacimiento”), hay un detalle significativo como el recurso constructivo y decorativo del “trecandis” (convertido hoy en bandera y símbolo del modernismo): el uso de azulejos, trozos de cerámica, vajillas, vidrio, etc., a modo de actividad de reciclaje, con los que recubría sus edificios, consiguiendo así el sorprendente efecto de una nueva composición más viva e interesante. Y, de otra parte, nos llama la atención cómo valoraba el entorno: “GAUDÍ fue urbanista y paisajista, procurando siempre ubicar sus obras en el entorno más adecuado, tanto natural como arquitectónico”.
Como expresa uno de los contenidos de la página web de la “Fundación Antoni GAUDÍ”, su arquitectura “se relaciona con su entorno de una manera viva, interactuando armónicamente con los agentes naturales y culturales. Es además una arquitectura donde se manifiestan infinidad de recursos inspirados por leyes naturales, en una búsqueda constante del equilibrio, reflejo de su pensamiento profundamente ecológico”. Y, por este motivo, puede afirmarse con toda justicia que “el conjunto de la obra y el pensamiento de Antoni GAUDÍ los convierten en uno de los precursores de la arquitectura sostenible”.
Pienso volver a disfrutar de tan sublime experiencia, para contemplar de nuevo esta bellísima obra arquitectónica –que tiene prevista su conclusión en 2026-, maravillosa simbiosis entre naturaleza y arquitectura. No es de extrañar que este singular monumento atraiga la atención de millones de visitantes de todas las partes de mundo. Se trata, a mi juicio, de una magistral lección de armonía, de cómo es preciso –y urgente- conjugar, con tanto amor y delicadeza, el ser humano y la naturaleza. ¿Naturaleza en el arte o el arte de la naturaleza? Da lo mismo.
Un arquitecto único… La verdad es que si.