Entre la enorme pila de libros que esperan mi lectura este verano, hay uno que me ha interesado particularmente: el escrito bajo el título: “La sociedad compartida. Una visión para el futuro global de América Latina” (publicado en España por la editorial Península en mayo de 2016) por Alejandro TOLEDO, quien fue presidente de Perú entre 2001 y 2006 y, previamente, doctor en Economía por la prestigiosa Universidad de Stanford. Actualmente, como presidente del Centro Global para el Desarrollo y la Democracia, con sedes en Lima, Madrid y Washington DC, el ex Presidente peruano, viene desarrollando un importante labor de promoción de la democracia y autosuficiencia económica de los países en desarrollo y, en especial, de los países de Latinoamérica.
Partiendo del extraordinario progreso económico experimentado en gran parte de los países latinoamericanos durante las dos últimas décadas, el profesor TOLEDO analiza los desafíos que tiene por delante América latina, que, según su opinión se encuentra hoy en una “encrucijada”: “una combinación de trabajo duro, planeamiento y situaciones afortunadas nos condujo a un lugar donde tenemos una oportunidad histórica para dar un gigantesco salto hacia delante”. Pensando en el 2050 el autor de “La sociedad compartida” sueña en que la región pueda ser “líder mundial en desarrollo humano, desarrollo económico e igualdad de oportunidades”. ¿Cómo lograrlo? Es lo que se expresa a lo largo del libro de amena lectura y adobado de mucha información económica y de la ciencia política del desarrollo.
Crecimiento económico, equidad, acceso universal a la educación, calidad democrática, lucha contra la corrupción, sociedad inclusiva, mejora de las instituciones públicas… son algunas de las claves de ese esperanzado futuro que nos dibuja el autor (pese a las enormes obstáculos y carencias que todavía existen, pero que no dejan de señalarse). Y, ¿cómo no?, en su omnicomprensivo planteamiento, está el reto del “desarrollo sostenible”. Un desarrollo estrechamente vinculado a la “lucha contra la pobreza” y a la “reducción de la desigualdad”. Y una “economía diversa construida sobre las mentes de nuestros pueblos, en lugar de hacerlo sobre los commodities, una región que goce de un desarrollo sostenible basado en la responsabilidad social y económica y en la innovación tecnológica”.
En esta “macrovisión” de la situación social y económica de América Latina hay una especial referencia a los recursos naturales: “hemos sido bendecidos –o maldecidos, depende de cómo se vea (escribe el autor)- con abundantes recursos naturales. Digo quizá maldecidos porque, como resultado de nuestro acceso a ganancias fáciles mediante nuestros recursos naturales, tendemos a ignorar la necesidad de invertir en nuestra gente. Ahora sabemos cómo en el largo plazo el conocimiento y las capacidades de nuestros ciudadanos será lo más importante para la salud de nuestra sociedad que los recursos naturales…”. Una serie de factores endógenos y exógenos, sitúan a Latinoamérica en un “momento histórico único” y, entre los primeros, destaca el autor, el de la “exuberante diversidad que aloja”, “aproximadamente un tercio de la totalidad del capital biológico en el mundo, junto con los servicios ecológicos que vienen con el, se encuentran en América latina”.
Son extraordinarios los desafíos sociales, económicos, tecnológicos y políticos que señala el ex mandatario peruano en su ensayo, pero limitándonos al relativo al desarrollo sostenible, encontramos en su Capítulo 6º (“Adoptando el desarrollo sostenible”) algunas medidas necesarias para alcanzarlo y para no “perder nuestra oportunidad de construir un futuro sostenible”. Sin duda que con la naturaleza eminentemente “extractiva” de muchas de los economías latinoamericanas se explica, como nos dice el autor, la actual sobrecarga de sus recursos naturales y la grave degradación de sus ecosistemas, hasta el punto de suponer “una amenaza para el crecimiento económico futuro y la sostenibilidad ambiental”. Ello no es por “ausencia de normas y reglamentos, sino más bien yace en nuestra debilidad institucional para hacer valer las leyes que ya hemos aprobado”. Y, por tal motivo, es preciso y urgente un cambio de enfoque –propone TOLEDO– en muchos de los sectores económicos: una producción agrícola y ganadera sostenible (con mayor inversión en investigación y tecnología, aumentando la productividad y competitividad) pero sin poner en peligro la seguridad alimentaria de la Región; una pesca y acuicultura sostenible, que defienda la pesca tradicional y artesanal, que mejore el cumplimiento de las normas, que aplique las tecnologías de la información y comunicación como herramientas para facilitar una información adecuada y oportuna; un “manejo forestal sostenible” que eviten la desforestación de grandes masas de bosques –tan necesarias, por otra parte, como sumideros de CO2- y que respeten los derechos de las comunidades indígenas; etcétera.
Sin duda, uno de los grandes desafíos de Latinoamérica es lograr una “mayor sostenibilidad en la extracción de los recursos no renovables”. Ya destacamos en otra ocasión en nuestro blog la enorme conflictividad socio-ambiental de la minería en América Latina. El profesor peruano con una perspectiva, a mi juicio, más ponderada que la reflejada en la muy conocida obra “Las venas abiertas de América” del escritor uruguayo GALEANO, tras poner de manifiesto las enormes riqueza de minerales que albergan los países latinoamericanos y el acentuado crecimiento de los inversiones extranjeras en el sector minero, señala algunos de las medidas y mecanismos que han de implementarse en la Región para reducir la conflictividad social que vienen originando y la enorme degradación ambiental que generan. Así, por ejemplo, la necesidad de llevar a cabo estudios de impacto ambiental y social de las concesiones mineras, la aplicación efectiva de la “Convención sobre los Pueblos Indígenas y Tribales” (de la Organización Internacional del Trabajo nº 169), una mejor compresión del proceso de consultas en las mismas, de un fortalecimiento de la participación de los gobiernos nacional y subnacionales, etcétera.
Siguiendo en el capítulo de la “minería sostenible”, el futuro pasa por asegurar que “los recursos lleguen a las comunidades locales donde tienen lugar la minería y la extracción”. En el Capítulo 9º de libro que estamos comentando, su autor hace una interesante propuesta sobre nuevos modelos extractivos “a la vena” que prevén una participación activa de las comunidades locales en decidir cómo utilizar los recursos monetarios provenientes de las industrias extractivas. Pero también, no pueden perderse de vista soluciones tan imaginativas como la “Iniciativa Yasuní-ITT” en Ecuador para mantener enterrado parte del petróleo en el subsuelo para conservar el ambiente y luchar contra el calentamiento global, que cita como ejemplo TOLEDO.
Cómo “revertir las debilidades de las instituciones de América Latina y para que estas puedan ofrecer resultados cuantificables y tangibles”, es uno de los retos más acuciantes. También debe cambiarse radicalmente la relación de Latinoamérica en el contexto mundial, saliendo del círculo vicioso frente al “impacto de los mercados internacionales y a la vulnerabilidad asociada a la exportación de commodities”, afirma el Presidente del “Centro Global para el Desarrollo y la Democracia”. No obstante, estoy totalmente de acuerdo con el Profesor TOLEDO en que la principal clave del futuro está la inversión en el “capital humano”, en su formación y en aprovechar toda la potencialidad que tiene la juventud latinoamericana.
La colaboración para la prevención y mitigación del cambio climático, así como la prevención de desastres naturales es cada vez frecuente en las conferencias intergubernamentales de la Región. También son muy importantes los esfuerzos internacionales –como la “iniciativa para la transparencia de las industrias extractivas” (ITIE)- para mejorar la gestión social y económica de los recursos naturales.
Al igual que Alejandro TOLEDO –extraordinario conocedor de la realidad socioeconómica latinoamericana- mostrándonos en su “Sociedad compartida” algunos interesantes caminos para alcanzar ese futuro sostenible de América Latina, nos parece oportuno traer aquí a colación, para concluir este comentario, la reflexión de otra gran personalidad latinoamericana –y ahora también universal-: “Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis. Muchas veces la misma política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas. Si el Estado no cumple su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas normas, hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico y violencia muy difíciles de erradicar. Si la política no es capaz de romper una lógica perversa, y también queda subsumida en discursos empobrecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la humanidad. Una estrategia de cambio real exige repensar la totalidad de los procesos, ya que no basta con incluir consideraciones ecológicas superficiales mientras no se cuestione la lógica subyacente en la cultura actual. Una sana política debería ser capaz de asumir este desafío” (Papa FRANCISCO en la Encíclica Laudato Si, nº 197).