Algo tendremos que hacer. No nos vamos a quedar de brazos cruzados. ¿Qué es muy poco lo que podemos hacer frente a la crisis ambiental? Pero, muchos pocos puede ser mucho. Y, los gestos como el de ayer -en que se celebró, un año más, la iniciativa de WWF “60+”, “La hora del Planeta”-, con un apagón voluntario, es un buen motivo para valorar la importancia del ahorro energético y, al mismo tiempo, para disfrutar de la belleza de “un cielo oscuro”.
Justo en estos días ha caído en mis manos el libro del economista ambiental y ensayista vasco Antxón OLABE EGAÑA titulado: Crisis climática-ambiental. La hora de la responsabilidad (publicado en 2016 por la Galaxia Gutemberg). Se trata de un interesante ensayo ambientalista de este experto en cambio climático –que, además, promueve el sugerente blog “Punto de inflexión”- sobre la vigente “desestabilización de las funciones de soporte de la biosfera”, sobre las causas –y efectos- de la “crisis climática-ambiental” experimentada en la nueva época geológica en que vivimos (llamada “Antropoceno”) y sobre las posibles soluciones. Todo esto aderezado de un rico aparato bibliográfico.
En este libro -que pretende ofrecer una visión interdisciplinar del “cambio global”- se sigue el “modelo F-P-E-I-R”, es decir, Fuerzas (motrices), Presiones, Estado (del medio ambiente), Impactos y Respuestas. Aunque, como señala el autor, “las respuestas a los problemas ambientales de alcance global no han funcionado de forma satisfactoria porque se han abordado desde un marco de referencia que ha dejado de lado las fuerza motrices”. A lo largo de la Primera Parte se hace un recorrido histórico desde la aparición del “homo sapiens”, de su adaptación al medio natural, de la puesta en marcha de la civilización con el inicio de la agricultura, …, hasta las Revoluciones Industriales y la intensificación de las fuerzas motrices, intensificadas a partir de la segunda mitad del siglo XX, que “están provocando un cambio en el estado de la biosfera”.
En la Segunda Parte, se hace un completo análisis de los principales problemas ambientales (cambio climático, pérdida de la biodiversidad, contaminación química, desertificación, sequías, erosión del suelo, etc.) que nos han abocado a la presente “crisis ecológica”. Una crisis que no es consecuencia ineludible de la naturaleza humana (frente a visiones más pesimistas del ser humano) pero que tiene su origen en la “idea de separación y dominio del hombre respecto a la naturaleza”, enfatizada desde los comienzos de la Edad Moderna de la civilización europea occidental e impulsada posteriormente por el desarrollo económico experimentado por la primera Revolución Industrial, a mediados del siglo XVIII. Todo este proceso nos lleva, en palabras de OLABE EGAÑA “hacia un futuro incierto y peligroso” y la comunidad científica alerta sobre la “urgencia de actuar ante las amenazas identificadas”. Siguiendo el estudio de ROCKSTRÖM, se explica que se han sobrepasado los “umbrales críticos” varios de los subsistemas del “sistema Tierra” –la pérdida de diversidad biológica, la alteración del ciclo del nitrógeno y el cambio climático- y, en otros, se está a punto de superarlos (acidificación de los océanos, disponibilidad de agua potable, cambios en el uso del suelo y el ciclo del fósforo).
Particularmente interesante me parece la Tercera Parte del libro que comentamos, donde se recogen los fundamentos filosóficos, económicos y políticos sobre los que el autor basa sus propuestas para superar la actual “crisis climática-ambiental”. Hay, en primer lugar, una responsabilidad moral hacia las generaciones venideras y una justicia climática que obliga a los países desarrollados para ayudar a los países en desarrollo y que pone en entredicho la legitimidad de los Estados para disponer sin límites los bienes comunes de todos los pueblos y naciones del mundo. Desde la perspectiva económica, se propone la acción de “desacoplamiento del crecimiento económico de las presiones y los impactos ambientales”, “integrar los umbrales críticos de la biosfera en el desarrollo económico”, promover “una transición energética basada en el ahorro, la eficiencia y las energías renovables”; “es la hora de desarrollar una síntesis inteligente entre la Economía y Ecología” pero sin necesidad de incurrir en las tesis del “decrecimiento sostenible” (por no ser realista, según el autor). A este respecto, aprovecho para decir que me gustó la crítica del autor (recogida en la revista “Política Exterior”) a la tan citada obra de la activista Naomi KLEIN: Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima (publicado en 2015 por la editorial Paidós) en el sentido de que “el dilema real que nos enfrentamos no es tanto capitalismo o clima (como defiende KLEIN), sino energías fósiles versus energías limpias”; aparte de la limitada visión –de esta periodista canadiense- al problema del cambio climático en los Estados Unidos, que no tiene en cuenta la interesante experiencia de la Unión Europea.
Tras identificar algunos de los predecesores (THOREAU, MUIR), las diferentes tendencias y los más destacados hitos, que se han desarrollado a lo largo del último medio siglo en el “movimiento ambiental” (conservacionismo, ecofeminismo, justicia ambienta, ecología política, ecología profunda, etc.), se pone de manifiesto su contribución para transformar la comprensión de la relación entre los seres humanos, las sociedades y el medio natural. Dicho movimiento sigue siendo muy importante para promover una amplia alianza entre todos los sectores de la sociedad (comunidad científica, tradiciones religiosas, pueblos, ciudades y regiones, etc.), una “alianza en defensa del clima y por la preservación de la biosfera”. En este sentido el economista vasco destaca el acierto y oportunidad de la encíclica “Laudato Si” del Papa FRANCISCO ya que “ha situado en el centro del debate el desafío moral con que nos confronta este grave problema” (el cambio climático).
Finalmente, en el apartado de las “Instituciones y políticas” el economista OLABE EGAÑA propone reformular las instituciones internacionales y transnacionales desde la perspectiva de la “preservación de las funciones vitales de la biosfera”, así, por ejemplo, crear una nueva agencia independiente en el sistema de Naciones Unidas: la “Organización Mundial del Medio Ambiente” que sustituya el vigente PNUMA. O, igualmente una mayor responsabilización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ante la crisis climática. También, se destaca la aprobación de la “Carta de Custodia de la Biosfera” de las Naciones Unidas, a modo de “contrato social” en el que se formalice con carácter normativo el acceso y utilización de los bienes comunes preservándolos de sus “umbrales críticos”.
En su conjunto comparto el diagnóstico y las propuestas del autor del ensayo que estamos comentando por su visión esperanzada (“construir la esperanza” es el título de su penúltimo capítulo), de que todavía estamos a tiempo de recuperar la vital armonía entre el ser humano y el mundo biológico, asumir nuestra labor de custodiar la biosfera. Además veo algunos puntos de confluencia entre la tesis de OLABE EGAÑA -de aprovechar esa interesante corriente de “resistencia desde la sociedad civil” que ha cristalizado en “una amplia red de relaciones plural, creativa, policéntrica, dinámica, comprometida…”- con la de KLEIN – que reclama para la lucha contra el cambio climático un movimiento social que impulse el necesario cambio de cosmovisión (siguiendo la estela de otras movimientos históricos como el abolicionista, de igualdad de derechos, etc.)-. Pon encima de otras fuerzas de transformación (económica, tecnológica…), la social nos parece primordial.
Sin pretender enmendar la plana al economista, me parece que no estaría mal convencer a los países desarrollados de aplicar cierto “decrecimiento sostenible” para que los países desarrollados puedan llegar a sus mínimos vitales de crecimiento. Y, en la parte institucional, me parece que el planteamiento del autor es demasiado optimista con la labor de las organizaciones internacionales; visto el resultado del reciente “Acuerdo de Paris” –sin dudar de la importancia de las iniciativas mundiales- pienso que el futuro de la buena senda hacia una “sociedad descarbonizada” está en la propia responsabilización de las instancias políticas nacionales, regionales y locales, y a la necesaria implicación de la sociedad civil en tan colosal tarea.
Como nos comentaba recientemente el Profesor Xavier LAVANDEIRA (Director del Instituto de Regulación Climática del Instituto Europeo de Florencia) –en una mesa redonda que organizamos sobre el “Acuerdo de Paris” en mi Universidad de A Coruña-, la política del cambio climático del futuro constituye “un proceso complicadísimo y lleno de incertidumbres”, en el que hay que procurar realizar una “transición inteligente” hacia una economía baja en carbono y que debe pasar por la desideologización que ha sufrido dicha política hasta el momento actual (en especial en los Estados Unidos). En cualquier caso, me quedo con el subtítulo de la obra de OLABE EGAÑA: es ¡“La hora de la responsabilidad”!