No se trata de un juego de palabras sino el título del nuevo “plan de acción” que la Comisión Europea acaba de aprobar a finales del año pasado con el objetivo de poner en marcha un nuevo modelo de economía, la llamada “economía circular”. Si recuerdan mis lectores, a finales del año pasado, nos hicimos eco de la alarma difundida por influyentes ambientalistas de toda Europa ante la posible retirada por parte de la nueva Comisión Europea (presidida por JUNCKER) de un programa sobre promoción de la “economía circular” en el paquete de medidas de política ambiental comunitaria que había sido presentado por el anterior Comisario de Medio Ambiente (Janez Potočnik). Felizmente, parece que tal vigorosa y pronta reacción ha dado sus frutos con la presentación por la actual Comisión Europea, como decíamos, del “plan de acción de la Unión Europea para la economía circular”.
En cuanto al concepto y características de la “economía circular” nos remitimos a lo ya dicho en nuestra anterior colaboración pero, no obstante, es bueno recordar aquí la inestimable labor de difusión que sobre esta idea viene realizando la “Ellen Macarthur Foundation” (sustentada por muy importantes “sponsors” como “Cisco”, “Google”, “Philips”, etc.). Encuadrada en una de las siete iniciativas emblemáticas de la “Estrategia Europa 2020” (para un “crecimiento inteligente, sostenible e integrador”), en particular, la relativa a la definida como “una Europa que utilice eficazmente los recursos”, la “nueva estrategia económica” pretende sustituir el periclitado modelo de “economía lineal” (extracción, fabricación, utilización y eliminación; es decir: “coge, fabrica y tira”) por un nuevo modelo de sociedad implicada en utilizar y optimizar los stocks y flujos de materiales, energía y residuos desde la perspectiva de la eficiencia del uso de los recursos. Además, esta nueva dirección económica ha de impulsar la competitividad de la Unión Europea y debe crear muchos puestos de trabajo, así como mayores oportunidades para la integración y cohesión social.
Como se expresa en la introducción del citado “plan”, “la transición a una economía más circular, en la cual el valor de los productos, los materiales y los recursos se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible, y en la que se reduzca al mínimo la generación de residuos, constituye una contribución esencial a los esfuerzos de la Unión Europea encaminados a lograr una economía sostenible, hipocarbónica, eficiente en el uso de los recursos y competitiva”. Para tal fin, el plan contempla una serie de medidas clave como las orientadas a reducir el insultante despilfarro de alimentos, para el fomentar el “diseño ecológico” –que, a su vez, promueven la “reparabilidad”, “durabilidad” y “reciclabilidad” de los productos, además de la eficiencia energética-, para el reconocimiento de los “abonos orgánicos” y los “bionutrientes”, para abordar los problemas de “reciclabilidad”, “biodegradabilidad” y presencia de sustancias peligrosas en los plásticos (que reduzcan significativamente los residuos marinos), para regular la reutilización de las aguas residuales, etc. Y, todo ello, con una generosa financiación de más de 6.000 millones de euros con cargo a los Fondos estructurales y al programa de investigación “Horizonte 2020”.
En dicho conjunto de medidas resulta especialmente relevante la revisión de la legislación de residuos con un elenco de objetivos comunes de cara al año 2030 como los del reciclado del 65% de los residuos municipales y del 75% para los residuos de envases, o el de la reducción de la eliminación en vertederos a un máximo del 10% de todos los residuos, y la aprobación de una serie de incentivos económicos para comercialización de productos más ecológicos y para la recuperación y reciclado. Pese a todo, tales previsiones no han escapado de los críticas de algunos grupos ecologistas como “Amigos de la Tierra” que esperaban unos objetivos más ambiciosos (por ejemplo, el 70% de reciclaje y preparación para la reutilización para el año 2030 o el 30% de la reducción del desperdicio alimentario).
Desde luego que las previsiones recogidas en el plan son impresionantes: la evitación de residuos, el diseño ecológico, la reutilización y medidas similares podrían aportar a las empresas de la UE un ahorro neto de 600 000 millones de euros, o el 8 % del volumen de negocios anual, reduciendo al mismo tiempo las emisiones anuales totales de gases de efecto invernadero en un 2-4 %. Y, si no he entendido mal la filosofía de la “economía circular”, una de sus consecuencias es la de acabar con la insostenible práctica de la “obsolescencia programada” (ya controlada, en parte, en Francia).
Está claro que la “economía circular” está llamada a tener un gran protagonismo en el futuro del Planeta con una acelerado consumo de recursos naturales, cada vez más escasos. De hecho, muchos de los presupuestos de esta economía se están aplicando ya en muchos países de Europa (Alemania, Reino Unido, Holanda y Francia), vinculados a la política de los residuos. Es sabido que la República Popular de China cuenta desde el año 2008 con una “Ley de Economía Circular” aunque todavía con muchas dificultades para tener una aplicación efectiva. Y, en España, el recientemente aprobado “Plan Estatal sobre el Marco de Gestión de Residuos” (PEMAR: 2016-2022) trata de incorporar el nuevo paradigma económico.
Nos parece muy atractivo esta nueva política económica. Los beneficios son evidentes como trata de demostrar el reciente informe sobre “Circular Economy in Europe” que acaba de publicar la Agencia Europea de Medio Ambiente. Como dice el prestigioso economista catalán, Joan MARTÍNEZ ALIER: “¿Quién podría estar en contra?”. Pero este autor se muestra un tanto escéptico la nueva moda. Citando a otro autor (Jesús RAMOS MARTÍN) se refiere a la “ilusión de la economía circular” en virtud de la cual parecería que el crecimiento puede continuar de manera ilimitada “pues reciclaremos los residuos y los convertiremos en nuevos recursos”; pero aparece una paradoja (la “paradoja de JEVONS”): “la mayor eficiencia abarata el coste y por tanto puede llevar a un mayor uso”. Además, según el citado profesor de economía ecológica los datos actuales sobre el uso mundial de materiales dejan mucho que desear: “lo que se recicla actualmente en el mundo no es más que el 6% de los materiales extraídos”, y, por lo tanto, “estamos lejísimos de una economía circular”.
Quizá nos encontremos ante una “cuadratura del circulo” de la economía circular, pero algo me dice este nuevo planteamiento es la única forma de alejarse del fantasma de un futura crisis global de los recursos naturales, tal como predicen algunos futurólogos. La Unión Europea está apostando fuerte por esta iniciativa y no vamos mas que alentar, cuantas veces sea preciso, tan apasionante reto.
Excelente, muchas gracias
Alvaro García
La economía circular es una denominación muy pobre porque esta realizada sobre una figura bidimensional. Para que se pudiesen expresar los movimientos de las materias primas y los productos manufacturados ligados a su presencia en los diversos lugares del nuestro hábitat, debemos de desarrollar esquemas tridimensionales… Les propongo el empleo de figuras como la esfera o los cilindros para expresar y representar gráficamente la realidad y poder cuantificar los diversos flujos… ECONOMÍA ESFÉRICA o ECONOMÍA CILÍNDRICA son figuras que se adaptan mejor a la realidad.