Han pasado desapercibido para mucha gente pero, a mi juicio, son cruciales para promover el desarrollo futuro de los próximos decenios. Me refiero a los llamados “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS) que fueron aprobados por la Asamblea General al final de la “Cumbre de Desarrollo Sostenible” que tuvo lugar en la sede de Naciones Unidas los pasados días 25 al 27 de septiembre, todo ello en el marco de la “Agenda para el desarrollo después de 2015” que se inicia con los palabras “Transformar nuestro mundo” y que se proyecta hasta el 2030.
Los ODS vienen a reemplazar –o más bien potenciar- los “Objetivos de Desarrollo del Milenio” (ODM) fijados por Naciones Unidas con motivo de la “Declaración del Milenio” aprobada el 8 de septiembre de 2000. Tales objetivos –un total de ocho- se proponían ambiciosas metas para el desarrollo hasta el año 2015: “erradicar la pobreza extrema y el hambre” (al menos hasta la mitad entre 1990 y 2015), “lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer”, “reducir –en dos terceras partes (entre 1990 y 2015)- la mortalidad infantil”, “mejorar la salud materna” (reducir en tras cuartas partes, entre 1990 y 2015, la mortalidad materna), “combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades graves”, “garantizar la sostenibilidad del medio ambiente” (por ejemplo, reducir a la mitad para 2015 la proporción de personas sin acceso sostenible alagua potable y a servicios básicos de saneamiento), y “fomentar la asociación mundial para el desarrollo” (mayor cooperación entre los países y, en particular una mayor solidaridad de los países desarrollados para con los países pobres”. Según un Informe de Naciones Unidas publicado en 2014 algunos de los objetivos se han cumplido (como el de la reducción de la extrema pobreza o la mejora en el acceso del agua potable) pero todavía quedan muchos objetivos prioritarios por cumplir (en particular con relación a la sostenibildiad del medio ambiente).
La nueva “Agenda para el desarrollo” –elaborada a lo largo de dos años de consultas públicas y de múltiples negociaciones entre los países- recoge 17 Objetivos y 169 metas de carácter integrado e indivisible que abarcan todas las esferas del desarrollo sostenible: los aspectos económicos, sociales y ambientales. Se trata de un ambicioso “plan de acción en favor de las personas, el Planeta y la prosperidad” orientado bajo la idea fundamental de “erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones… requisito indispensable para el desarrollo sostenible”. Un “plan de acción” que tiene que ser implementado por todos los países –desarrollados y en vías de desarrollo- mediante una “alianza de colaboración”. Los países reunidos en la Asamblea General de Naciones Unidas declaran con bella expresión –al aprobar la “Agenda”- que “al emprender justo este viaje, prometemos que nadie se quedará atrás”.
“La presente Agenda –reza en su apartado 5- tiene un alcance y una importancia sin precedentes. Todos los países la aceptan y se aplica a todos ellos, aunque teniendo en cuenta las diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo de cada uno y respetando sus políticas y prioridades nacionales. Estos Objetivos y metas son universales y afectan al mundo entero, tanto a los países desarrollados como a los países en desarrollo, son de carácter integrado e indivisible y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible”. La Agenda va dibujando un futuro de un mundo “sin probreza, hambre, enfermedades…”, en el que “sea universal el respeto de los derechos humanos y la dignidad humana”, en el que “cada país disfrute de un crecimiento económicos sostenido, inclusivo y sostenible y de trabajo decente para todos”, un mundo en el que “la humanidad viva en armonía con la naturaleza”…
Son inmensos los desafíos de nuestro mundo actual (pobreza, desigualdades, crisis humanitarias y desplazamientos forzados de población, agotamiento de los recursos naturales, cambio climático -que se define como “uno de los mayores retos de nuestra época y sus efectos adversos menoscaban la capacidad de todos los países para alcanzar el desarrollo sostenible”-…, pero “nuestra época –dice la “Agenda”- ofrece inmensas oportunidades”.
Junto a la erradicación de la pobreza y reducción del hambre y la seguridad alimentaria, nada queda fuera de la nueva Agenda del Desarrollo: la sanidad y el bienestar, la educación de calidad, la igualdad de géneros y entre los países, el crecimiento económico y la promoción del trabajo, el acceso a energías asequibles, el desarrollo de infraestructuras resilientes, la industrialización inclusiva y el fomento de la innovación, las ciudades y los asentamientos humanos. También son muy ambiciosos los objetivos propiamente ambientales: el acceso universal al agua y su gestión sostenible, la garantía de pautas de consumo y de producción sostenibles; la aplicación de medidas urgentes para combatir el cambio climático; la utilización sostenible de los océanos, mares y recursos marinos; la protección, restauración y promoción de la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres y su biodiversidad biológica. Y además de todo lo anterior, como instrumentos horizontales –que abarcan todos los temas específicos- la facilitación del acceso a la justicia y la creación de “instituciones eficaces, responsables e inclusivas en todos los niveles”, así como el fortalecimiento de los medios de ejecución de la Agenda y de la propia Alianza mundial.
Estamos, en definitiva ante una ambiciosa “hoja de ruta” para tratar de lograr la tan deseada “sociedad del desarrollo sostenible” donde todo está relacionado: economía, sociedad, medio ambiente. No sé valorar si estamos ante una utopía irrealizable. La reciente obra de Jeffrey SACHS, titulada: “The Age of Sustainable Development” (Columbia University Press, 2015) nos ofrece un apasionante panorama en que todas las piezas parecen encajar y en la que los retos parecen meridianos aunque gigantescos. Por otra parte, constituye un magnífica introducción a buena parte de los grandes temas abordados en la nueva Agenda para el Desarrollo. No obstante, nos consta que su autor ha participado muy activamente en su redacción.
“¿Es posible el desarrollo sostenible?” se pregunta –en el último apartado de su último capítulo de la referida obra- el Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia. Frente a escépticos y agoreros de malos augurios, el Profesor SACHS acude a los grandes de ejemplos de avances muy importantes (“breakthrough”) en la historia de la Humanidad como el fin de la esclavitud o los movimientos para el logro de los derechos civiles como los promovidos por Mahatama GANDHI y Martin Luther KING. Y, finalmente, con palabras del Presidente John F. KENNEDY, pronunciadas en plena “guerra fría” -con el fin de resolver de forma pacífica los problemas con la antigua Unión Soviética- apelando a “nuestros comunes intereses”: “que nuestro básico punto de unión es que todos vivimos en el mismo pequeño Planeta; que todos respiramos el mismo aire; que todos queremos el mejor futuro para nuestros hijos; que todos somos mortales”.
Como saben mis queridos lectores, yo también soy optimista y confío en la innata solidaridad del ser humano. Pero necesitamos para ello, como demuestra la historia, auténticos líderes capaces de sacrificarse por el bien de la Humanidad. Los “Objetivos del Desarrollo Sostenible” están muy claros, ahora hace falta la voluntad política para aplicarlos, empezando por nosotros mismos.
Alla va Rajoy a poner en valor nuestro nuevo impuesto al sol.
Enhorabuena por el blog.
Pablo