Hacía mucho tiempo que lo venía deseando: aprender algo sobre esas maravillosas criaturas que nos contemplan desde lo alto y que nos hechizan con sus vuelos y con sus cantos y reclamos. Dos semanas han transcurrido desde que asistí en el CEIDA a mi primer Curso de Introducción a la Ornitología, impartido por excelentes especialistas pertenecientes a la Sociedad Galega de Ornitología.
Siempre ma había sorprendido el elevado número de aficionados al “birdwatching” (observación de aves) que me voy encontrando por doquier en mis paseos y excursiones por los más recónditos lugares de la naturaleza, con sus inseparables primásticos y teleobjetivos, enfocando al cielo, como hipnotizados por los pajaritos. Sin salir de España, antes de que existiera el movimiento ecologista, se fundó en 1954, en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la Sociedad Española de Ornitología que, actualmente, es uno de las cinco ONGs más importantes e influyentes de nuestro país. A su, vez la SEO pertenece a la BirdLife International, un federación mundial de sociedades ornitológicas de todo el mundo que agrupa a más de diez millones de socios de 111 países.
Justo, en estos días, se acaba de presentar –en Ottawa (Canadá) donde se celebra el Congreso Mundial de BirdLife— el Informe sobre el Estado de las Aves del Mundo (State of the world’s Birds. Indicators for our changing world) en el que, entre otros títulares, se manifiesta que “una de cada ocho aves está en riesgo de extinción”. Resulta que el estado de las aves constituye un privilegiado indicador de cómo está el medio ambiente en todo el Planeta. Las más de 10.000 especies de aves que se han catalogado están estrechamente vinculadas a los diversos tipos de ecosistemas terrestres y marinos , y, por consiguiente, la modificación o deterioro de estos afecta muy determinantente al estado de las aves, lo mismo que los cambios de naturaleza global ya que muchas de estas especies emigran a lugares muy distantes y distintos de la Tierra.
El Informe señala que existen en todos el mundo unas 12.000 áreas de especial importancia para las aves (Important Bird and Biodiversity Areas, IBAs), muchas de las cuáles todavía no tienen especiales medidas de protección. Entre las aves más amenazadas están las grandes marinas (como los albatros) pero también muestran un declive aves tan conocidas como los gorriones, glondrinas y perdices. Sobre las amenazas y presiones sobre las poblaciones de aves, los cambios en la agricultura y en las explotaciones forestales son los que más contribuyen a su declive, así como la proliferación de especies invasoras y las malas prácticas en la caza e incluso en la pesca (sobre las especies avícolas marinas).
No cabe duda de que la aplicación de las medidas de protección de las aves suponen una de las tareas principales por parte de las Administraciones Ambientales. Y de hecho, es muy signficativo que una de las primeras normas ambientales de la Unión Europea fue la Directiva 79/409/CEE del Consejo de 2 de abril de 1979, relativa a la conservación de las aves silvestres, recientemente derogada por la Directiva 2009/147/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 30 de noviembre de 2009. Años más tarde la más conocida “Directiva Hábitats” (92/43/CEE) vendría a completar la protección de aquélla mediante la declaración de la Red de espacios protegidos (Red Natura 2000).
Con motivo de mi asistencia al citado Curso de Iniciación a la Ornitología tuve la suerte de conocer en persona a Antonio SANDOVAL REY, escritor y comunicador ambiental, a la par que apasionado y eminente ornitólogo. A finales del año pasado publicó un ensayo con un título tan sugerente como el siguiente: ¿Para qué sirven las aves? (editado por la editorial Tundra, Valencia, 2012). La verdad es que he disfrutado mucho de su lectura. El autor, a lo largo de sus diez Capítulos, nos va narrando con gran amenidad y riqueza de detalles (históricos, culturales, filosóficos, naturalísticos, etc.) sus experiencias pajareras a lo largo del litoral de Galicia, desde la privilegiada atalaya de Estaca de Bares hasta las Marismas de Caldebarcos y Carnota, adornadas con vivencias suyas de otros lugares del mundo.
En especial, la obra de Antonio SANDOVAL me ha puesto de manifiesto que la costa de A Coruña es un fantástico lugar para avistar un gran número de especies, autóctonas, migratorias y, el “premio de los ornitólogos”, especies raras. Me ha impactado mucho saber que la laguna de Baldaio –que es uno de mis “paraísos” particulares- ya no es lo que fue históricamente antes de que se deteriorara por una irracional explotación de sus áridos y de su riqueza acuícola. Alcatraces atlánticos, pardelas, págalos, charranes, araos, gaviotas reidoras, estorninos, palomas, cormoranes, bisbitas, y un larguísimo número de especies –pacientemente contadas- permiten al autor conocer todo tipo de detalles del impresionante mundo de la ornitología; desde los sabios del lugar (como el jurista Jose Luis RABUÑAL) hasta historias vinculadas con las catástrofes de petroleros (Prestige, incluido), textos de la literatura y de la filosofía que tienen por objeto las aves, increibles misiones de las palomas mensajeras, etc.
Pocas miradas –tan atentas y escrutadoras- hacia la naturaleza como las de los ornitólogos o pajareros, como estas que nos ofrece SANDOVAL, para denunciar, como él hace en su libro, lo que no funciona en la gestión y protección de nuestros ecosistemas, sobre la que tanto nos enseñan esos maravillosos seres que revolotean nuestras ciudades y nuestros campos. Para eso sirven y para mucho más.
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