Desde 1985 la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó que todos los primeros lunes de octubre -mañana 1 de octubre- se celebrara el “Día Mundial del Hábitat”. Cada año se fija un lema para esta efemérides; este año es el siguiente: “Cambiar las ciudades para construir oportunidades”. Es claro que desde hace siglos –en particular desde la primera revolución industrial- se viene produciendo un imparable éxodo del campo a las ciudades, que siguen siendo los grandes motores del crecimiento y la base de oportunidades especialmente en los países en desarrollo.
No siempre el crecimiento de las ciudades –en las que vivimos más de la mitad de la población mundial- se ha producido de forma ordenada, generando por el contrario muchos problemas para las poblaciones que viven hacinadas en barrios marginales de las grandes urbes, sin acceso a los servicios mínimos y padeciendo enfermedades vinculadas con la contaminación atmosférica, la falta de gestión de las aguas residuales y de los residuos urbanos e industriales, el ruido ambiente, etc.
En algunos de los países desarrollados como el nuestro, la falta de planificación urbana y el extendido fenómeno de la especulación urbanística, ha configurado un paisaje urbano caótico y desordenado donde no es fácil conjugar armónicamente las indudables ventajas de la ciudad y la reducción de los problemas derivados de las más diversas modalidades de contaminación (hídrica, acústica, energética, etc.). Incluso, siguiendo el modelo de urbanización residencial anglosajona, la “mancha” de las áreas urbanas se extiende hacia sus entornos periurbanos dando lugar a la “ciudad difusa” que, según los urbanistas y otros expertos, es la más insostenible de las modalidades urbanas.
Ante estos problemas, desde hace varias décadas se viene hablando de la necesidad de abordar seriamente la política pública del “medio ambiente urbano”. En la Unión Europea, en 1990 la Comisión Europea promovió el “Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano” (una descripción completa de todos aquellos retos del medio ambiente urbano y unas propuestas de acción hacia el futuro). Y en 1996, el Grupo de expertos redactó el informe “Ciudades Sostenibles de Europa” publicadoen 1996. Más recientemente, la Comisión Europea ha publicado sobre la bases de otros muchos estudios “Una estrategia temática para el medio ambiente urbano” (Documento COM(2005) 718, de 11 de enero de 2006). En las zonas urbanas es donde “el encuentro de las dimensiones ambientales, económicas y sociales es más palpable –dice la Estrategia- (…) Cuatro de cada cinco europeos viven en ciudades y su calidad de vida depende del estado del entorno urbano”. En España, esta temática ha sido objeto también de interesantes estudios como el “Libro verde del medio ambiente urbano”, la “Estrategia de medio Ambiente Urbano” (aprobada por el Gobierno en el año 2007) y la “Estrategia Española de Sostenibilidad Urbana y Local”, elaborada por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.
Por si alguien piensa que el futuro de la habitabilidad está en las zonas rurales, le recomiento la lectura del interesantísimo ensayo del Profesor de Economía de la Universidad de Harvard y director del Taubman Center for State and Local Government, Edward GLAESER, titulado “El triunfo de las ciudades. Cómo nuestra mejor creación nos hace más ricos, más inteligentes, más ecológicos, más sanos y más felices” (publicado por la Editorial Taurus en 2011). Tras un apasionante repaso por las más distantes ciudades del Planeta (desde Atenas a Bangalore, pasando por Nueva York y Detroit, siguiendo por Kinshasa, Londres, etc. y acabando por Dubai), este autor nos provoca en el capítulo 8º de su libro, titulado: ¿hay algo más verde que el asfalto? Frente a una pretendida visión bucólica de que residir en el bosque sea una buena forma de demostrar el amor que uno siente por la naturaleza, no duda en afirma su tesis: “las ciudades son mucho mejores para el medio ambiente que vivir en el campo”. Su defensa de la “ciudad compacta” le lleva a afirmar también: “la vida urbana es sostenibilidad sostenible. Los ecopoblados rurales no lo son”; y concluye: “si el futuro va ser más verde, entonces tendrá que ser más urbano (…) Por el bien de la humanidad y de nuestro Planeta, en las ciudades está (y no puede ser de otro modo) el futuro”.
Podemos estar de acuerdo o no con GLAESER, pero es muy claro, al menos en nuestro país, que la población tiende a concentrarse en torno a los núcleos urbanos. Lo único que deseamos entonces es que pongamos toda nuestra inteligencia en diseñar los futuros desarrollos urbanos y ver cómo rehabilitar las antiguas tramas urbanas. En eso estamos ahora con la moda de las “smart cities” (por congresos que no falte), pero las “ciudades inteligentes” del futuro lo serán solo si nosotros (y, en especial, nuestros gobernantes) además de inteligentes, facilitamos la transparencia y participación ciudadana en tan vitales procesos.