El otro día estaba yo echando un ojo sobre las novedades bibliográficas recibidas en la biblioteca de la unas de las Facultades (la de Comunicación) donde imparto docencia y me encuentro con esta de Ángel GUERRA SIERRA: Salvaguardar el medio ambiente, publicada esta año 2012 por la editorial Eiunsa y que lleva por subtítulo: Reflexiones sobre el Capítulo décimo del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. No es la primera vez que leo una obra de este autor, un biólogo marino, investigador del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo. Una de sus obras anteriores publicada con Santiago PASCUAL DEL HIERRO: La descomposición de la ecología (Netbiblo, 2008) me pareció muy sugerente y un intento muy loable de preservar esta jóven y digna ciencia de la ecología de los muchos intentos de degradarla y manipularla con otros fines que no son los científicos y que, en todo caso, se distingue claramente del ecologismo.
En estas dos obras se manifiesta la preocupación de su gran maestro Ramón MARGALEF cuando afirmaba –en su Teoría de los Sistemas ecológicos (1991)-: “Creo que la Ecología tradicional se está descomponiendo en un mosaico de hipótesis, unas interesantes, otras menos, algunas contradictorias e incluso frívolas”.
En Salvaguardar el medio ambiente, sus reflexiones sobre una de las mejores síntesis del magisterio de la Iglesia Católica sobre las cuestiones ambientales –contenida en el capítulo 10º (“Salvaguardar el medio ambiente”) del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz” en 2005- conjugan con interés sus experiencias profesionales como reconocido biólogo marino y su confesada fe católica. Tras aclarar que la “ecología no es sinónimo de salvaguadia del medio ambiente” y que la “ecología no proporciona principios morales”, nos ofrece un elenco de problemas mundiales que amenzan el medio ambiente. “La humanidad tiene un problema. Para buscar soluciones lo primero es reconocerlo” afirma, y, a partir de aquí, se pregunta: “¿Reconoce la Iglesia católica este problema?” Y, sobre la base de una respuesta afirmativa, va desgranando desde las Sagradas Escrituras hasta nuestros días el mensaje cristiano a los problemas que aquejan el medio ambiente para reconocer que la “crisis ecológica es un problema moral”.
Con gran solvencia, a mi juicio, GUERRA SIERRA va rebatiendo en su ensayo varios de los mitos que han ido construyendo por algunos de los defensores del ecologismo radical contra el cristianismo, como promotor de una actitud explotadora de los recursos naturales o como retardatario del progreso científico. Y, sobre todo, en mi opinión, acierta a señalar “la diferencia básica en la aproximación entre la Iglesia y numerosos intelectuales a la solución de la crisis ecológica que todos reconocemos … es que éstos proponen fundamentalmente metodologías basadas en la transformación de las estructuras y sistemas de producción-consumo y de organización social, mientras que la Iglesia va más al fondo: a que lo que deben cambiar son los individuos, y que con la “conversión” de estos será entonces posible gozar de una sociedad sana capaz de responsabilizarse de este y de otros problemas que afectan a la humanidad”.
Sin dejar de denunciar los graves problemas de injusticia y desigualdad en la distribución de los bienes y recursos naturales que aquejan nuestro Planeta, esta original obra rezuma, no obstante, optimismo y confianza en el ser humano. Al final, el mensaje moral que contiene es una llamada a la responsabilidad personal y a practicar unos nuevos estilos de vida, “presididos –como recoge el nº 486 del citado Compendio- por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social”.