A punto de terminar en Londres la 30ª edición de los Juegos Olímpicos, quizá sea interesante saber que en su preparación y en su desarrollo se han tenido en cuenta una serie de parámetros que permiten calificarlos de sostenibles.
En realidad la introducción de la perspectiva ambiental en el movimiento olímpico tiene una historia relativamente larga. Justo, poco antes de comenzar los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, tuvo la lugar la histórica Cumbre sobre Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro. En la olímpica Ciudad Condal hubo ya algún guiño ambiental, donde todas las Federaciones Internacionales y Comités Olímpicos Nacionales firmaron “el Pacto por la Tierra” (Earth Pledge), comprometiéndose a contribuir a hacer del mundo un sitio más seguro.
Pero, propiamente, fueron los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en Lillehammer (Noruega) en 1994, los primeros que tuvieron en cuenta de forma explicita las consideraciones ambientales. Un hito fundamental fue la creación en el seno del Comité Olímpico Internacional (COI) de la “Comisión sobre Deporte y Medio Ambiente” (1995) encargada de velar, en adelante, por la gobernanza ambiental del Movimiento Olímpico. Además el COI entabló desde entonces una alianza con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) para fomentar en el deporte el desarrollo sostenible (y, desde el 2003, se ha creado en el mismo un área específica de trabajo sobre “sport and environment”).
En 1996 una enmienda de la “Carta Olímpica” (la Carta Magna del movimiento olímpico) introdujo el medio ambiente como el “tercer pilar del olimpismo” junto al deporte y la cultura. El nuevo apartado 2,13 de la Carta añade a las funciones del COI la de velar “porque los Juegos Olímpicos se desarrollen en condiciones que revelen una actitud responsable ante los problemas del medio ambiente y estimulará al Movimiento Olímpico a que se preocupe de estos problemas, tenga en cuenta esta preocupación en todas sus actividades y sensibilice a todas las personas relacionadas con el Movimiento Olímpico sobre la importancia de un desarrollo sostenible”.
Y a partir de aquí, la preocupación por el medio ambiente en los Juegos Olímpicos no ha dejado de crecer y de concretarse en diversos instrumentos: Manual sobre Deporte y Medio Ambiente (COI, 1997), Agenda 21 del Movimiento Olímpico (COI, 2000), Guía de Deporte, Medio Ambiente y Sostenibilidad (COI, 2005)…; periódicas conferencias y congresos internacionales sobre “deportes y medio ambiente” (el último celebrado en Doha, 2011). Las Olimpiadas de Sydney de 2000 ya se diseñaron plenamente desde esta sensibilidad ambiental. Las de Atenas de 2004 se centraron en desarrollar una infraestructura de transportes que redujera la contaminación atmosférica en el entorno de la ciudad olímpica. En China, las Olimpiadas de Beijing de 2008, promovieron un fuerte debate sobre las malas condiciones ambientales para el desarrollo de las pruebas olímpicas, lo cual obligó al Gobierno chino a aprobar medidas drásticas para reducir, al menos durante la celebración de los juegos, de la contaminación existente en el cinturón de la capital china.
Ahora en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 se ha visto el gran esfuerzo que se ha hecho por parte de su Organización a favor de la sostenibilidad ambiental de los Juegos –ya desde su primeros pasos- con la fijación con los grupos de interés de una serie de objetivos prioritarios –que se contemplan en el documento “Pre-games Sustainability Report”-: reducir la huella de carbono de los juegos, lograr el objetivo de “cero-residuos”, promover un sistema de accesibilidad y sostenibilidad del transporte, utilizar los Juegos como un ejemplo de beneficio económico derivado de la sostenibilidad, fomentar un estilo de vida sostenible en la ciudad olímpica que permita visibilizar sus ventajas (también en los que se refiere a la alimentación) y, finalmente, diseñar el “Olimpic Park” como un legado que contribuya a la regeneración de varias zonas urbanas del este de Londres (tambien se ha utilizado la «construccion sostenible» en los diversos edificios de la ciudad olimpica). Y, además, por primera vez en unos Juegos Olímpicos se ha sometido a una certificación ambiental (la British Standard 8901: Specification for a Sustainability Management Systems for Events).
En definitiva, a la belleza de la actividad humana desarrollada en los Juegos Olímpicos, esta tercera dimensión del olimpismo contribuye a preservar y mejorar el entorno natural en que se desenvuelve la mayor parte de los deportes olímpicos. Y, lo que es mas importante, la concurrencia en las Olimpiadas de la casi totalidad de los países del Planeta es una inigualable oportunidad de promover la conciencia ecológica y la necesario solidaridad entre todos los pueblos.