El pasado viernes 8 de junio celebrábamos el Día Mundial de los Océanos, bajo el tema “Juventud: la nueva etapa para el cambio”. No hay duda que serán los jóvenes (preferentemente los indignados) de ahora quienes protagonizarán de los cambios del futuro y, presumiblemente, desde una mayor consciencia de los poblemas ambientales que padecemos.
En este año 2012 celebramos además el treinta aniversario de la apertura a la firma de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (10 de diciembre de 1982, pero que no entró en vigor hasta 1994), verdadera “Constitución de los océanos”. Por este motivo, no nos puede extrañar que el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, haya dicho “no podría haber una forma más adecuada de conmemorar el día mundial de los Océanos que con la ratificación de todos los paises que todavía no lo hayan hecho”. ¿No acaso una indirecta a los Estados Unidos?
No hay duda de la importancia de nuestros océanos (nada menos que las tres cuartas partes de Planeta Tierra-Océano). Que si los efectos del cambio climático, que si la sobrepesca, que si las especies invasoras… pero no puede olvidarse que más del 70% de la contaminación marina procede de fuentes terrestres. Y de aquí que, una vez más queramos llamar la atención sobre la prioritaria atención que debemos poner en nuestras costas, en las que, por cierto, vivimos más de la mitad de la población mundial.
Y no podemos dejar de poner de relieve esta urgente tarea desde nuestra humilde pero activa atalaya del Observatorio del Litoral, toda vez que, como ya sabemos, otea en el horizonte normativo de nuestro país la anunciada reforma de la benéfica Ley de Costas. Gran expectación se ha generado sobre este tema en España donde los grupos ecologistas ya se han posicionado a través de la Plataforma en defensa de la Ley de Costas, en la que se recogen diez importantes motivos para mantener inalterada esta Ley: garantiza el uso público y libre de la costa; debe ser un seguro contra la especulación y contra la corrupción en nuestro litoral; salvaguarda el valor económico del litoral; asegura el buen estado del litoral; permite la instalación en nuestras playas de establecimientos, como restaurantes, terrazas, etc, siempre que cumplan la legislación; avala nuevos modelos de desarrollo turístico, invirtiendo en reformar las infraestructuras existentes; vela por la seguridad ciudadana, evitando que se edifique en zonas peligrosas por riesgo de inundación o temporales, etc.
Más recientemente, un colectivo de profesores universitarios –predominantemente geógrafos pero también eminentes colegas juristas- han promovido la firma de un Manifiesto por la preservacíon y gestión de los espacios costeros, en el que entre otras afirmaciones se subraya la “indeclinable responsabilidad del Estado en la preservación de la costa”, “la situación de la costa (en España) no admite involución normativa”, “la protección del litoral es una obligación moral”, etc.
Y, a todo esto, el “tema estrella” de los últimos meses –como para caldear el ambiente en este materia- es el proyecto urbanístico aprobado por el Ayuntamiento de Tarifa cerca de la playa gaditana de Valdevaqueros. Este mes de enero estuve muy cerca de esa playa, en esa otra maravillosa playa tarifeña de Bolonia (Baelo Clauida). No conozco bien el proyecto pero, aun siendo partidario de un equilibrado desarrollo económico de las poblaciones costeras, sería muy triste si se repitiera de nuevo el triste culebrón del Algarrobico.
Por de pronto, mientras el Gobierno no revele sus intenciones reformistas en la normativa de nuestro litoral, prefiero reservarme el juicio y promover la firma de la “Declaración Universitaria Cadiz 1812-2012 sobre Manejo Costero Integrado en Iberoamérica” –de la que me siento muy implicado por haber participado en el Congreso Internacional, celebrado en Cádiz el pasado mes de enero, en que fue formulada-. En particular, destaco el Objetivo 9º de la Declaración: el de “interiorizar en los modelos de gestión pública y privada que la sostenibilidad del litoral depende del valioso patrimonio costero, natural y cultural, de Iberoamérica. Este paso es previo, y complementario, al aprovechamiento de las oportunidades que ofrece dicho patrimonio en la búsqueda del bienestar de las personas”.
Ojalá tan encomiables principios no sean arrumbados -en plena vorágine de la crisis- por engañosas soluciones desarrollistas (que algunos han denominado “neoladrillismo”).
Muy bueno de verdad amigo Javier, muchas veces observamos a los países de las costas africanas con muchos desechos que los mismos ciudadanos utilizan para tener una fuente de ingresos, estos mismos son producidos por nosotros mismos en cada uno de nuestros países. Rcordemos que la contaminación no tiene fronteras.