Ayer estuve en Madrid y, como siempre hago –cuando voy a la Villa y Corte-, me pierdo en alguna de las muchas librerías y aprovecho para dar un garbeo por el Museo del Prado. Empezando por al arte, recomiendo la exposición temporal “Roma: Naturaleza e Ideal” que reúne un centenar de obras de algunos de los mejores paisajístas del siglo XVII. Una verdadera delicia. Salvo una breve visita a la sala de las Pinturas Negras de la Quinta del Sordo de Goya, es lo máximo que pudo retener mi retina sin saturarse.
Volviendo a los libros. Ninguna librería que se precie dejaba de reunir en lugar principal del local la creciente literatura ensayística y pretendidamente planfetaria muchas veces (a decir por el formato y por los títulos) que ha nacido al calor del 15-M. Y entre estos títulos, un nuevo título del famosísimo indignado –y principal promotor intelectual de los indignados- Stéphane HESSEL: ¡Comprometéos! Ya no basta con indignarse (publicado por Destino, junio de 2011). En realidad se trata más bien de una entrevista por un joven escritor francés, Gilles VANDERPOOTEN, cofundador del Instituto para la Diversidad Biológica y activo participante en diferentes iniciativas sobre ecología y desarrollo sostenible.
Quizá porque el entrevistador es un ambientalista, buena parte de las interesantes reflexiones de HESSEL han ido esta vez por derroteros ambientales, temática que, ciertamente, era mucho más esporádica en su anterior obra ¡Indignáos! (aquí comentada). Son muchas las referencias a la ecología y al medio ambiente a lo largo de la breve entrevista; incluso tres de los ocho capítulos en los que se estructura se dedican a dicha temática.
Independientemente de los contenidos ambientales del discurso de HESSEL, lo que más me llama la atención es la jovialidad de espíritu de este excepcional nonagenario. “Soy consciente de mi retraso respecto de la preocupación medioambiental concreta” afirma, e incluso se declara culpable porque su comportamiento individual no es muy sostenible, apostilla. Un verdadero ejemplo de la humildad que es sígno inequivoco de sabiduría. No obstante, su compromiso con el desarrollo sostenible no es meramente teórico sino que, como se comenta en el libro, ha prestado su apoyo a “Europa Ecología” (un grupo ecologista), como candidato no elegible, en las elecciones europeas de junio de 2009 y en las regionales francesas de 2010.
Muchísimas son las referencias a la degradación del Planeta y al compromiso cívico que tienen por delante las jóvenes generaciones a las que va destinada su obra. Se alinea en contra de la un pensamiento productivista basado en el “cada vez más”. Define lo que entiende por “ser ecologista” (“comprender cómo cambia la naturaleza, cuales son los riesgos que corre…”), reclama la creación de una “Organización Mundial para el Medio Ambiente”, … Al final, el entrevistador, asombrado por el optimismo y confianza de HESSEL en que es posible lograr los objetivos que predica, dice “Es obvio que conserva usted la creencia fundamental en el progreso humano”; a lo que el entrevistado responde: “Sí, la confianza en el hombre. Se trata de un animal peligroso y susceptible de cargárselo todo (…), ¡pero es formidablemente capaz de abordar nuevos problemas con nuevas ideas!”.
Comparto con HESSEL dicho optimismo existencial y celebro que una persona como él con tan enorme jovialidad sea capaz de entusiasmarnos ante tan dignos retos globales, ahora que lo que domina es un oscuro, frío y contagioso pesimismo.