En los últimos meses encabeza la lista de los libros más vendidos el “alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica” escrito bajo el desafiante título “Indignáos” (Editorial Destino) (Indignez-vous, en su versión francesa original) por el nonagenario Stéphane HESSEL, un berlinés afincado en Paris, miembro de la Resistencia francesa en la Segunda Guerra mundial y diplomático, incansable defensor de diversas causas justas. Hoy que nadie admite un mandato imperativo, son pocos como HESSEL (un luchador nato) los que tienen autoridad moral para incitar a los jóvenes a una rebelión no violenta contra el actual estado de cosas, ante las injusticias que nos rodean y que abundan por doquier (en el Tercer mundo y en nuestras sociedades desarrolladas). En la enumeración de motivos que han de mover a la indignación no falta una referencia a los “derechos humanos y a la situación del Planeta” y a los “graves riesgos que nos amenazan” y que “pueden llevar a su término la aventura humana en un planeta que podría volverse inhabitable para el hombre”.
Más recientemente, en abril de 2011, se ha acaba de publicar una obra colectiva titulada “Reacciona” (de la serie de libros Aguilar de la Editorial Santillana) que, coordinada por la periodista y escritora Rosa María ARTAL y prologada por el mismo HESSEL, recoge las colaboraciones de diversos intelectuales como José Luis SAMPEDRO, Federico MAYOR ZARAGOZA, Baltasar GARZÓN, etc. Todos ellos, desde sus diferentes especialidades y dedicaciones profesionales, aportan “frente a los peligros que afrontan nuestras sociedades interdependientes (…) “respuestas, caminos para canalizar el descontento y desconcierto que la crisis de un sistema, a escala global y local, vierte sobre la sociedad. Capaz, por fin, de movilizarse” (Del Prólogo de HESSEL “es tiempo de acción”).
Son muchas las reflexiones que los diferentes autores vierten en torno al motivo central de este trabajo –que pretende ser un eco de la llamada suscitada por HESSEL-: los efectos de la crisis financiera, los desequilibrios ocasionados por la sociedad de mercado, las limitaciones del sistema democrático vigente, los defectos de la globalización, la consecuencias del terrorismo internacional, la mediocridad que impera en puestos vitales de la vida política, social y económica, la corrupción generalizada, la falta de libertad y transparencia informativa, las trabas a la participación democrática, el desencanto de la sociedad de consumo, etc. Y, por supuesto, en estas cavilaciones las referencias a la crisis ambiental son muy abundantes: “la peligrosa creencia en el desarrollo ilimitado” (SAMPEDRO), la abusiva explotación de los recursos naturales y el profundísimo deterioro del medio ambiente (MAYOR ZARAGOZA), la “explotación sin freno de la Naturaleza” (Lourdes LUCÍA), etc.
Y junto a los diagnósticos, las llamadas a la juventud: ha llegado el momento para la acción, ¡ha llegado el momento de “superar los límites de lo posible”!, “es el momento de que la sociedad civil actúe unida”, “se merecen que les digamos ¡basta! (a las autoridades y a los financieros), “¡No se deje engañar más y reaccione de una vez!”, “¡A la calle! Nos jugamos mucho”…
A mi juicio, los problemas que padecemos en nuestro medio ambiente no tienen un origen diferente al de los demás problemas financieros, políticos, culturales. Es de lo peor del corazón del hombre del que nacen los frutos amargos del productivismo a ultranza, el consumismo desaforado, la avaricia institucionalizada, la explotación de los hombres y de los recursos naturales y el individualismo egocéntrico. Y por tanto la llamada a la juventud –que promueven los libros que hemos comentado- me parece muy oportuna y necesaria. Como las dictaduras que intentar derrocar en el norte de África, los jóvenes, una vez que logremos que se desprendan de un pasotismo paralizante, lograrán –con su vital idealismo- acabar con muchas de las lacras que ahora nos agobian.
Pero para todo ello me parece fundamental, que junto a esta llamada a la “insurrección pacífica” hagamos una apelación a la responsabilidad. Federico MAYOR ZARAGOZA afirma en la obra antes citada que “la diferencia entre evolución y revolución es la “r” de responsabilidad” y que, por lo tanto, “ha llegado, pues, el momento de la acción (…) y de la responsabilidad”. Y justamente, es la responsabilidad la actitud más útil en el debate ecológico y que -según uno de mis autores preferidos (Hans JONAS)- se basa en la “ética del futuro”, una ética que –desde hoy- se preocupa del futuro y trata de protegerlo. ¿Qué es la juventud en la que tantas esperanzas tenemos puestas sino el necesario eslabón que nos une con las generaciones venideras?