En todos los medios de comunicación aparece anunciado el evento ambiental promocionado desde 2007 por el Fondo Mundial para la Naturaleza (más conocido por sus siglas del inglés, WWF), que se celebra hoy y que se llama “La hora del Planeta” o “La hora de la tierra”. Se celebra el último sábado de marzo de cada año y consiste en un apagón eléctrico –de las 20,30 a las 21,30- al que muchas instituciones, gobiernos, empresas y particulares se suman como símbolo reivindicativo sobre la oportunidad de luchar contra el cambio climático, ahorrando de esta manera los gases de efecto invernadero que se emitirían por la producción de dicha energía eléctrica.
Que conste antes de nada que soy partidario de celebraciones simbólicas como estas y que felizmente proliferan imaginativas campañas que ponen de manifiesto la necesidad de que todos nos concienciemos –seamos responsables- en la tarea de proteger nuestro Planeta y, entre todos, promover pautas de conducta respetuosas con el medio ambiente. Son muy numerosas las campañas puestas en marcha con esta finalidad: por parte de Naciones Unidas (“únete para luchar contra el cambio climático” o “plantemos el Planeta”), de la Unión Europea (“tú controlas el cambio climático”), de las entidades locales “ (“Pacto entre Alcaldes” contra el cambio climático), y de las más diversas organizaciones no gubernamentales (“frena el cambio climático”, “coalición por el clima”, “ceroCO2”, “salva el clima”, “global campaign for climate action”…), etc.
Todo me parece fantástico y acaba por golpear los profundos estratos de nuestra interioridad, predisponiéndonos para la adopción de medidas personales y colectivas que puedan resultar precisas. Como es natural, algunos se quedarán en lo folklórico de las iniciativas y campañas y muchas organizaciones mejorarán su imagen o captarán a más socios. Pero lo que al final importa es que todas estas estrategias nos inciten a cambias nuestras pautas de conducta muchas veces insostenibles.
Compartida la finalidad de “la hora del Planeta” quiero ahora llamar la atención sobre la coincidencia de esta campaña con el “National Dark Sky Week” de los Estados Unidos en que muchos ciudadanos de ese país apagan las luces de sus hogares para observar la belleza de cielo nocturno. Y esto me permite hablar de un novedoso campo de acción de la política ambiental: la lucha contra la contaminación lumínica. En España esta tarea se inició en 1988 con la aprobación de la Ley estatal de Protección de la Calidad Astronómica de los Observatorios del Instituto de Astrofísica de Canarias y posteriormente –a partir del año 2001- varias Comunidades Autónomas (Cataluña, Islas Baleares, Navarra, Cantabria, etc.) han aprobado normativa sobre la ordenación ambiental del alumbrado para la protección del medio nocturno, sobre prevención de la contaminación lumínica y para la mejora de la eficiencia energética; y también algunos municipios han dictado ordenanzas sobre esta materia.
Más recientemente el Parlamento español aprobó en 2007 la “Ley de la calidad del aire y protección de la atmósfera” en la que se define –en su artículo 3, f) la “contaminación lumínica” como “El resplandor luminoso nocturno o brillo producido por la difusión y reflexión de la luz en los gases, aerosoles y partículas en suspensión en la atmósfera, que altera las condiciones naturales de las horas nocturnas y dificultan las observaciones astronómicas de los objetos celestes, debiendo distinguirse el brillo natural, atribuible a la radiación de fuentes u objetos celestes y a la luminiscencia de las capas altas de la atmósfera, del resplandor luminoso debido a las fuentes de luz instaladas en el alumbrado exterior”; y se contempla en su Disposición Adicional 4ª algunos objetivos de las Administraciones públicas competentes para prevenir y reducir tal especie de contaminación.
Con los amantes y cultivadores de la astronomía –que son los que más han combatido las malas prácticas y los derroches del alumbrado público y privado- reclamo aquí la aplicación de las estrategias y normativas sobre el uso eficiente del alumbrado exterior y sobre el ahorro energético que hará posible es otro derecho necesario para nuestro goce y descanso: el “derecho a ver las estrellas” o el “derecho a un cielo oscuro”. Ah!, y, por lo menos, no deje de apagar hoy su alumbrado a las 20,30 hs.