La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
Seleccionar página

Desde que hace una semana el Gobierno español anunció entre sus medidas del plan de ahorro energético, reducir la velocidad máxima en autovías y autopistas de 120 a 110 Km/h, con el fin de reducir el consumo de petróleo en España, no paramos de leer y escuchar argumentos a favor (los menos) y en contra (los más). En las tertulias de los cafés casi no se habla de otra cosa… Hace pocos años también fue objeto de polémica la implantación por el Gobierno “tripartito catalán” el límite de los 80 km/h en los accesos a Barcelona que el flamante Presidente Mas prometió en su campaña política hacer desaparecer por su rigidez excesiva y poco racional. En éste último caso algunos defienden que la aplicación de la “zona 80” trajo consigo una menor siniestralidad, una reducción de la contaminación y una aminoración de los atascos y congestiones del tráfico.

Con la cacareada medida del Gobierno –más efectista que efectiva a mi juicio- se pretende un ahorro del consumo de carburantes de entre un 10% y un 15%. Y el dato no es baladí en la medida en que el transporte por carretera representa más del 30% de consumo de energía en España y cerca de la cuarta parte de la emisiones de gases de efecto invernadero (cfr. el Informe del RACC: Automoviles y medio ambiente, 2009). Pero en estos temas es clave contar con la opinión de los expertos, y resulta que la mayor parte de los expertos no lo ve claro. Pedro Linares opina que como máximo se ahorra un 5%, “pero, si el ahorro es para el consumidor, ¿por qué no dejarle a él que lo haga directamente si quiere?”; desde la página de “ecomovilidad.net” –que sí defienden la limitación a 80 Km/h en las áreas metropolitanas- se dice que “se ha optado por una medida drástica y general muy mal recibida por la ciudadanía, pero que no tendrá consecuencias aparte del ahorro energético, el cual será casi testimonial”; mi amigo del taller me dice que todo depende del tipo del coche y del conductor; otros “malpensados” aluden a una orquestada estrategia recaudatoria de la DGT.

Pienso que los seres humanos –y más en nuestro país- somos muy reacios a las limitaciones y prohibiciones, y estoy convencido que la buena política y el buen Gobierno se basa en la confianza de los ciudadanos y en las medidas positivas aunque en los momentos actuales de grave crisis económica sean inevitables las restricciones. Y en este sentido soy más partidario de la promoción de otras alternativas como el de la “Estrategia Española de Movilidad Sostenible” (aprobada por el Gobierno en 2009) que, desde luego, necesita mucho más tiempo en aplicarse y hasta que se vean sus frutos. Su importancia merece un comentario monográfico que procurarmos ofrecer más adelante.

Sin embargo, ya que la responsabilidad de la medida propuesta –y ahora comentada- se hace recaer sobre el ciudadano (conductor o automovilista), me parece de gran interés la difusión de la llamada “conducción sostenible o eficiente” (Eco-driving, en inglés) que está teniendo un considerable éxito en muchos países y poco a poco va calando en España. Instituciones relacionadas con el automovilismo (como el RACC), el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) y algunas Comunidades Autónomas (Andalucía, por ejemplo) está promoviendo esta campaña que pone de relieve sus beneficios nada desdeñables: un ahorro medio del 20% de combustible, sin disminuir la velocidad media; menos emisiones de gases contaminantes (-50% de CO2, -78% de monóxido de carbono, -50% de óxido de nitrógeno y menos contaminación acústica); disminución del riesgo de accidentes de entre el 10 y el 25%; reducción en el gasto de mantenimiento del vehículo (frenos, embrague, caja de cambios y motor); aumento de la comodidad para el conductor y menos estrés; etc.

A modo de ejemplo, recojo este decálogo sobre “claves para la conducción ecológica” (fuente: página Cosas de Motor) que  se puede encontrar en la red:

1.     En paradas largas apaga el motor. Es decir, si estás parado más de un minuto, es recomendable apagar el motor.

2.     Manten una velocidad media constante es bueno para optimizar el consumo de gasolina.

3.     Circula con la marcha más alta posible y no revoluciones demasiado el coche; el combustible lo notará. La primera es la que más consume: utilízala solo para la salida cuando estás parado.

4.     Respeta la distancia de seguridad con el vehículo que te precede, o incluso, deja que sea un poco mayor para que te de tiempo de sobra a reaccionar. En ciudad, 30 metros de distancia y en carretera por lo menos 80 (dependerá de la velocidad que lleves).

5.     Cuando deceleres, reduce la marcha lo más tarde posible: levanta el pie del acelerador y pisa el freno poco a poco para ir quitando velocidad lentamente al coche.

6.     Modera el consumo del aire acondicionado, que es uno de los elementos que más carburante necesita.

7.     Si no pisas el acelerador y tienes una marcha engranada (metida), el consumo es nulo. Normalmente hay que llevar una velocidad superior a los 20 km/h para que esto sea posible.

8.     Cuando cambies de marcha para acelerar no revoluciones demasiado el coche: entre 2.000 y 2.500 revoluciones en coches con motor gasolina, y entre 1.500 y 2.000 revoluciones en motores diesel.

9.     Manten un campo de visión amplio, que te permita ver, por lo menos, un par de coches delante del tuyo. Esto te permitirá conducir con anticipación y de forma previsible.

10. Distribuye el peso en el interior del coche.

En fin, este tipo de medidas que están contempladas a más largo plazo resultan, a mi modo de ver, mucho menos espectaculares pero más eficaces. Y estas ideas pretenden ser una humilde contribución al “Día mundial de la eficiencia energética” que celebramos mañana, sábado 5 de marzo.